15 noviembre 2006

Un artículo de Roberto L. Blanco Valdés

¿Y los demás? Los demás, "comendo as patacas"

Si el Tribunal Constitucional no lo remedia, el Estatuto catalán -y el andaluz, que es su primer clon, pese a los bochornosos disimulos del Partido Popular- contendrá una previsión que, de puro disparatada, es pintoresca. Las disposiciones en cuestión obligan al Estado a destinar a Cataluña y a Andalucía un porcentaje de sus inversiones anuales en infraestructuras tomando como base para el cálculo del gasto los criterios que las nuevas normas estatutarias de esas comunidades determinan. ¡Formidable!

Sí, sí, no lo duden: que un Estatuto fije cómo debe repartir el Estado sus presupuestos, que son la primera manifestación de su potestad legislativa, es una cosa formidable que no se ha visto nunca en ningún Estado del planeta: ni autonómico, ni federal, ni marciano, ni lunático.

Resulta así que los mismos Estatutos que reducen al Estado a una posición casi marginal en sus respectivos territorios le fijan lo que debe hacer con el dinero que todos le entregamos cada año para que lo gaste según decidan nuestros representantes en las Cortes Generales. Para decirlo pronto y muy claro: Cataluña y Andalucía blindan su derecho a meter el cucharón en la tartera que es de todos, pero lo tienen preparado al mismo tiempo para darle con él en la cabeza al propio Estado si éste se atreviera a inmiscuirse en sus asuntos.

Es un poco como en el chiste del explorador al que los nativos tienen metido en el puchero para darle sustancia al sopicaldo. No contento con el festín, uno de los danzantes le arrea de vez en cuando un testarazo. Cuando el nativo más bueniño se queja del maltrato, el agresor contesta sin rebozo: "É que está comendo as patacas". (Ya se sabe que en los chistes los nativos se expresan en gallego casi siempre).

Hablando en serio: la cosa no guarda proporción. De hecho, lo raro es que las Cortes hayan aceptado tan contentas esa exigencia arbitraria e impresentable, y que nadie haya dicho en ellas lo que dijo en su día en el Parlamento de Westminster un diputado inglés del distrito de West Lothiam cuando se planteó la autonomía para Escocia: si era razonable que Escocia siguiera decidiendo en todos los asuntos del Reino Unido mientras aquél debería abstenerse de decidir en los de Escocia.

Las previsiones de los Estatutos andaluz y catalán son tan inasumibles para la soberanía del Estado que ahora el ministro Solbes ha informado de que no se tolerarán a ningún otro territorio, lo que añade el agravio comparativo al agravio puro y duro. Es esa, desde luego, una forma bien curiosa de tratar de resolver las diferencias autonómicas: convertirlas, por arte de birli (de birlar) birloque, en privilegios.

(La Voz de Galicia, 15 de noviembre de 2006)

1 comentario:

Anónimo dijo...

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