19 febrero 2007

La democracia secuestrada

En su Política, Aristóteles hace un exhaustivo repaso por las formas de gobierno conocidas en su época, llegando a la conclusión de que la mejor de todas es la Monarquía, el gobierno de uno, siempre que ese uno sea el mejor de los ciudadanos, porque si no es así, la Monarquía se corrompe hasta convertirse en una Tiranía, que es el peor de los gobiernos posibles. Tras la Monarquía, viene la Aristocracia, o gobierno de los mejores, que también tiene un alto riesgo de corrupción hasta terminar convirtiéndose en Oligarquía. En tercer lugar vendría la Democracia, el gobierno de todos, que es menos bueno que Monarquía y que Aristocracia porque la calidad de los gobernantes es objetivamente inferior. La Democracia corre sin embargo también riesgo de corromperse hasta convertirse en Demagogia, que en cualquier caso es la más benigna de las formas de corrupción política.

En tiempos de Aristóteles no existían los partidos políticos, por lo que el filósofo macedonio no pudo ocuparse de la forma de corrupción de la Democracia que nos aflige hoy, la Partitocracia, nuestra particular forma de Demagogia (con mucho de Oligarquía y, si mi apuran, hasta su gramito de Tiranía). En procesos como el del Estatuto andaluz, que, como se sabe, culminó patéticamente ayer, la Democracia española muestra su bajísima calidad. La soberanía nacional, que no es otra cosa que la soberanía de los individuos, ha sido literalmente ocupada por estructuras creadas para acceder al Poder y permanecer en él al precio que sea. Los partidos han dejado de ser la forma legítima de canalización de la participación política de los ciudadanos en la gestión de sus problemas, como proclama la Constitución del 78, para convertirse en sectas cerradas que gestionan a su antojo los asuntos públicos entre la indiferencia general de una sociedad acomodada, adormecida, pasiva receptora de los mensajes oficiales, que llegan reproducidos y amplificados por un impresionante aparato de propaganda, controlado en gran medida con dinero público. Regidos por auténticos profesionales de la política, que han hecho de la representación del ciudadano su única forma (muy cómoda y ventajosa, por otro lado) de vida, los partidos que alcanzan el poder generan por doquier (sobre todo, en el ámbito regional y local) redes clientelares, sujetas a múltiples mecanismos de subvención y reproducción, y lealtades inamovibles, ya que vinculadas al disfrute de cargos y prebendas, que los hacen (a los partidos) impenetrables al control real de la ciudadanía y garantizan la perpetuación de su oligarquía dirigente en unos cargos cuya representatividad real tiende a cero.

Todo el entramado se apoya en un sistema electoral de listas cerradas que debilita la relación entre el elector y el elegido hasta hacerla por completo irrelevante, lo que provoca la ausencia real de representatividad democrática. En esta situación, las elites dirigentes de los grandes partidos reparten premios y castigos entre sus militantes antes de cada convocatoria electoral, de modo que sólo los sumisos a la línea oficial tendrán acceso a las listas, luego a los cargos, en una tupida red de intereses que genera una auténtica selección natural negativa, una especie de polpotización de la vida interna de cada partido, que margina a las personalidades más relevantes por incómodas y prefiere la indigencia intelectual y ética de una inmensa tropa de aprovechados y pesebristas, convertidos en auténticas máquinas de repetición de consignas y sujeción de voluntades.

En estas condiciones, y con la excusa del bien público, Chaves y el PSOE andaluz pueden poner en marcha un proyecto como el del Estatuto andaluz, cuya finalidad última no es sino arropar el nuevo proceso constituyente abierto por el PSOE nacional y, a la vez, aumentar el poder de la Junta de Andalucía, y no la autonomía de los ciudadanos, como falazmente se trata de hacer creer, con la garantía absoluta de que su palabra será ley. En una demostración más de la desfachatez de sus designios, Chaves (y la voz de su amo, Luis Pizarro, secretario de organización del partido en la región, o sea el Pepiño andaluz) puede llegar a afirmar que da lo mismo que los ciudadanos no conozcan el Estatuto que tienen que votar (el mismísimo Pizarro se permitió afirmar el viernes por la tarde que ellos calculaban que tal vez el 80% de la población no tenía ni idea de qué iba el Estatuto), porque en el fondo los andaluces intuyen que se trata de una coyuntura histórica y que ante esa coyuntura hay que votar , que es lo que dice el Partido. Tan baja calidad tiene nuestra democracia que este desprecio a la capacidad crítica del ciudadano no encuentra apenas respuesta en una prensa anestesiada y parcial hasta el límite de lo ridículo (Joly esperará cobrar por los servicios prestados). Pero el desprecio va aún más allá. Cuando, ante esta coyuntura histórica casi el 64% de los ciudadanos decide abstenerse, la respuesta de los dirigentes es que quizá los ciudadanos tengan que reflexionar, y que la alta abstención es producto de un exceso de confianza ante la abrumadora aceptación del proceso puesto en marcha. Es necesario ser desvergonzado.

Tan baja es la calidad de nuestra democracia que no hay límites de participación en los refrendos para considerarlos válidos, por lo que, y en espera de lo que pueda decir el Tribunal Constitucional (tan baja es la calidad de nuestra democracia que se suprimió el recurso previo de inconstitucionalidad incluso para las leyes orgánicas sometidas a consulta popular, con lo que se crea un conflicto irresoluble entre voto popular y poder judicial, limitándose gravemente la eficacia de la división y el contrapeso de poderes), el documento sobre el que ayer se pronunció aproximadamente uno de cada tres andaluces se convierte en el marco legislativo de la comunidad. Toma ya.

En estas circunstancias, la lamentable actitud del PP de Javier Arenas se revela en toda su magnitud. Todavía hay quien piensa hoy que Arenas acertó al renunciar a la confrontación, pues una pugna electoral con el PSOE habría aumentado la participación y dado mayor legitimidad al Estatuto. Los que así opinan parecen olvidar que los partidos no deberían existir como máquinas de calcular las posibilidades de acceso al poder, que es lo que hizo Arenas, poco menos que arrastrándose para ver si podía meter la cuchara en las migas que reparte Chaves desde San Telmo. Arenas renunció a explicar las razones que comparte la mayor parte del electorado del PP para negarse a apoyar el proceso de reformas estatutarias abierto desde el Gobierno de la nación. Prefirió huir hacia adelante, refugiándose en una cínica formulación retórica de rancio nacionalismo español, que Chaves recibió con los brazos abiertos, pues le sirve de coartada perfecta para reclamar veinte años más de confianza en su saber omnímodo. Que no se esconda. Javier Arenas, y con él el PP que lo respaldó, en Sevilla y en Madrid, ganándose de camino la desafección de mucha gente que, sin entusiasmo, había elegido su opción electoral como única alternativa real al régimen de Chaves y al zapaterismo rampante, es tan responsable como el Presidente de la Junta del bodrio aprobado ayer. Encima ahora tendrán que soportar (lo hacen de hecho ya) las descalificaciones y los insultos de rigor por su poco entusiasmo estatutófilo. Y mientras los grandes partidos se dedican a estos juegos indignos, nuestra democracia sigue en sus manos, secuestrada.

18 febrero 2007

Las razones de un NO

Pues llegó el día. Y como corresponde, ha salido el sol, las niñas van vestidas de organdí y huele a mierda de perro (al menos en mi calle). Para preparar la emoción del escrutinio (es lo que tienen los referendos en nuestra acrisolada democracia, que nunca se sabe si va a ganar el Sí o el No), me tomo la libertad de colocar aquí las razones que una ilustre comentarista, Mónica, ha dado en un post anterior para la orientación de su voto (espero que no se moleste). Puedo compartirlo en un noventaitantos por ciento, tal vez en un noventainuevecomaytantos por ciento.

Yo pienso despachar el bodrio estatutario andaluz con un olímpico NO. Y lo haré por las razones que a continuación relaciono:

Porque los andaluces lo último que necesitamos es que la Junta tenga todavía más poder. ¿Autogobierno? El de los individuos.

Porque, como persona individual, yo no pertenezco a ningún pueblo, a ningún ente colectivo con voluntad superior ni distinta de la mía propia. Ni tolero que ningún gobernante se permita decirme lo contrario.

Porque se trata de un texto teleológico, que pretende imponernos valoraciones morales y fines colectivos a los individuos utilizando nuestro dinero y la fuerza coactiva del estado.

Porque ignora la gramática elemental.

Porque participa de un fundamentalismo democrático que consiste en creer que por mayoría se puede decidir lo que hago yo en mi casa a la hora de comer. Cuando la democracia liberal consiste precisamente, más que en un método para elegir a los gobernantes, en hacer que esos gobernantes tengan unos límites.

Porque no introduce frenos en el poder despótico al que por definición tienden los gobiernos.

Porque apela a conceptos emocionales y de naturaleza tribal como un supuesto esencialismo andaluz, identitario, pordiosero y victimista, en base al cual los gobernantes pretenden decirnos a los ciudadanos qué música nos tiene que gustar, cuál nos representa o cuál tiene que ser nuestra identidad.

Porque continúa farsas grotescas como la llamada deuda histórica, cuya existencia niego y que, como liberal y como andaluza me avergüenza, pues jamás he confundido ni a las territorios con los individuos –que es a los que se nos roba a base de impuestos- ni el orgullo con la mendicidad.

Porque eleva a rango estatutario todos los ridículos tópicos progres, desde la idiotez siniestra del “desarrollo sostenible” hasta la llamada ideología de género (cualquier persona con mínimo de alfabetización sabe que géneros hay el masculino, el femenino, el neutro y el epiceno, y que lo otro son sexos) pasando por el multiculturalismo, el rancio pacifismo de guardarropía o la cruzada laicista.

Porque contribuirá aún más al deterioro de la enseñanza, y la sustitución de la instrucción por adoctrinamiento político.

Porque dinamita la igualdad ante la ley –la única que es legítimo perseguir desde los gobiernos-, estableciendo numerosas discriminaciones o privilegios (etimológicamente, leyes hechas para unos pocos) de las cuales no es la menos importante la existencia de cuotas femeninas, algo insultante para la mujer, contrario a la meritocracia y a la libre empresa y contraproducente para la productividad.

Porque, con cinismo insuperable, predica simultáneamente un supuesto deseo de contribuir al desarrollo económico de Andalucía y las recetas redistributivas, planificatorias y socialistas que lastran e impiden ese desarrollo.

Porque todo el texto consiste básicamente en una retahíla de agresiones contra los verdaderos derechos, los éticos, los naturales, los pre-existentes al Estado y ejercibles por todos simultáneamente sin necesidad de violentar los del prójimo, como son la vida, la libertad y la propiedad.

Porque convierte lo que fueron derechos negativos de los individuos en facultades de los gobernantes para ejercer un poder omnímodo sobre la vida de la gente.

Porque es colectivista, intervencionista y totalitario, valga la redundancia.

Porque consagra una Andalucía subsidiada, estatólatra, intervenida hasta los tuétanos por el poder político, en la cual el número de funcionarios, de paniaguados públicos y de redes clientelares varias no puede hacer otra cosa que aumentar.

Porque desafía a la soberanía nacional al pretender que un poder delegado como es una comunidad autónoma pueda decidir por sí mismo los criterios de las inversiones del Estado, o que pueda enviar conseguidores políticos a los organismos internacionales.

Porque lo de la realidad nacional es un chiste propio de las chirigotas del carnaval gaditano.

Porque Chaves miente como un bellaco cada vez que dice que la soberanía reside en el Parlamento andaluz. Con la Constitución del 78 en la mano, aquí no hay más soberanía que la soberanía nacional, la de la Nación española, que sólo se manifiesta en el poder constituyente (todos y cada uno de los ciudadanos españoles) y en la Constitución. Los parlamentos se eligen para cuatro años y sólo para mantenerse estrictamente dentro de los límites procedimentales que les marca la Constitución.

Porque abre la puerta a la creación de una absurda policía autonómica que no necesitamos y que, como se ha demostrado en otras comunidades, sólo puede redundar en una mayor descoordinación policial y, por tanto, en un serio deterioro de una de las pocas funciones del estado en una sociedad libre como es la seguridad.

Porque parte de una visión socialista y planificatoria que, como la Historia y la ciencia económica han demostrado sobradamente, sólo conduce a la esclerosis social y económica.

Porque sanciona conceptos fascistas como la llamada concertación social y atribuye a patronales y sindicatos una representatividad que no tienen.

Porque obliga a los andaluces a costear maquinarias de adoctrinamiento político como son los medios de comunicación públicos, y eleva a rango estatutario la existencia del Consejo Audiovisual andaluz, un órgano potencialmente censor, innecesario, derrochador, liberticida y contrario a la libre empresa.

Porque incentiva el parasitismo y sanciona cosas tan grotescas como la fijación artificial de la población a zonas rurales en las que no pueden hacer nada rentable, para atarlos a la subvención.

Porque está hecho por políticos tan arrogantes como ignorantes de que el verdadero bien común es el que surge de que ellos dejen de jugar a ingenieros sociales y se abstengan de interferir en el orden social espontáneo que llamamos mercado.

Porque el socialismo no sólo te hace pobre sino que te dice encima que es por tu bien.

Porque estoy hasta las mismas narices del dichoso Blas Infante y demás ralea de colectivistas criptonacionalistas de mentalidad arcaica, tribal, paleta y disfuncional en el mundo moderno y globalizado al que por fortuna vamos.

Porque acaba con cualquier vestigio de separación de poderes.

Porque pone en entredicho la seguridad jurídica al politizar aún más el Poder Judicial, creando, por ejemplo, un Consejo Andaluz de Justicia controlado desde la Junta, y una fantasmagórica “justicia de proximidad” de diáfanos tintes caciquiles.

Porque alienta la partitocracia y crea incentivos para el mantenimiento de una casta política caracterizada por la mediocridad y por la obediencia ciega al líder.

Porque no limita los mandatos ni prohíbe las subvenciones a todo tipo de asociaciones, fundaciones o pesebres varios.

Porque no combate la idea de que más autogobierno paleto en las taifas signifique ni haya significado nunca en España más progreso ni más prosperidad para los españoles sino al revés: un crecimiento desmesurado y esterilizante de unas absurdas burocracias parasitarias, unos pesebres tocanarices e intervencionistas a más no poder, que restan eficiencia, incrementan el coste de las decisiones, multiplican el gasto y las barreras regulatorias e interfieren atrozmente el desenvolvimiento espontáneo de la economía.

Porque contribuirá al incremento de la presión fiscal en España.

Porque todo este barullo estatutario está haciendo que perdamos de vista las reformas realmente importantes que deberíamos estar afrontando en España para competir en el mundo, como son, entre otras, la cada día más perentoria transición del actual modelo de pensiones de reparto al de capitalización, la rebaja drástica de la presión fiscal (quien quiera controlar la inflación no tiene más que empezar por ahí, y por frenar la demanda pública), la eliminación de trabas burocráticas y de rigideces en el mercado laboral, así como la introducción de la competencia en la educación como fórmulas para aumentar nuestra productividad.

Porque cuando deberíamos estar abriéndonos al mundo, eliminando trabas y burócratas, adelgazando el peso muerto del sector público y liberalizando nuestra economía resulta que nos dedicamos a hacer todo lo contrario.

Porque el hecho de que el PP de Javier Arenas haya dado su asentimiento a semejante engendro liberticida deja de manifiesto la inexistencia de algo ni lejanamente parecido a una alternativa política en Andalucía.

Porque supone el espaldarazo definitivo para la consolidación y el mantenimiento sine die del régimen caciquil del PSOE en Andalucía.

Porque no puedo soportar a tanto pancista, tanto pesebrista y tanto mendrugo aprovechado como circula por aquí.

En fin, diré NO a este estatuto porque representa todo lo que intelectualmente combato y moralmente deploro. Todo lo que yo sé que es contrario a la libertad y, por tanto, a la prosperidad de los andaluces.

¿Me explico?

18 febrero, 2007 00:39



¿Les ha quedado claro?

15 febrero 2007

Algunos equívocos históricos

Conviene poner mucho cuidado a la hora de utilizar determinados conceptos históricos. Las instituciones, las categorías, el sentido de las palabras han ido evolucionando a lo largo del tiempo y lo que hoy significa 'blanco' hace no tanto pudo ser 'negro' o 'gris'. A menudo los equívocos que así se provocan son utilizados para retorcer los argumentos y manipular la opinión de una mayoría de ciudadanos no necesariamente conocedora del carácter diacrónico de muchos de esos conceptos.

Los nacionalistas se han dedicado en España a sacar notable ventaja con este tipo de burdas pero eficaces manipulaciones. Todas las palabras adquieren en su discurso el sentido (equívoco a sabiendas en muchas ocasiones) que favorece a sus demandas. Así, 'nación' no es ya aquello a lo que nos referimos de forma habitual en el lenguaje cotidiano: esto es, un estado. Desde este punto de vista, Francia, Alemania y Suiza son naciones, a pesar de que la primera es unitaria y centralista, la segunda, federal y la tercera, confederal. Nación es ahora, para los nacionalistas, una comunidad cultural y lingüística. Sentido que siempre tuvo, se me dirá. No siempre, básicamente desde el Romanticismo, pero bueno, aceptamos 'barco'. El problema está en que quienes usan este concepto lo que realmente desean es dar el salto semántico (y real, si todo se quedara en el significado...) hasta el primero. Es decir, tú me aceptas que somos una 'nación' cultural y mañana ya puedo yo reclamar la 'nación' política, que es la que en realidad me interesa. Es verdad que en el siglo XIX ambos conceptos de nación se superponían. Los grandes imperios estaban en retroceso y de ellos surgían naciones políticas nuevas basadas en el concepto antropológico del término 'nación'. Pero ¡estamos en el siglo XXI! El mundo es ya muy pequeño merced a la globalización y el salto adelante de las telecomunicaciones. ¡Nunca más las naciones étnicas o culturales! ¡Son naciones de ciudadanos las que necesitamos! Las naciones decantadas por la historia como unidades políticas pero no llenas de súbditos, sino de ciudadanos.

Con la proliferación de comunidades nacionales autodefinidas en los estatutos españoles asistimos a un proceso de involución, singularmente apoyado por las fuerzas de izquierda (¡otro gran equívoco histórico!: los internacionalistas se han vuelto nacionalistas furibundos), a una atomización medieval del poder, a un incremento del control sobre la vida privada de los ciudadanos, a una manipulación de sus sentimientos y de su identidad personal. El Estatuto de Andalucía es, en este sentido, un documento decimonónico.

¡MENOS ANDALUCÍA Y MÁS CIUDADANÍA!

10 febrero 2007

Un aluvión de correspondencia

Me he convertido en alguien popular. Me escriben los políticos. A la carta de Diego Valderas que comentaba ayer se han sumado otras de Javier Arenas, Manuel Chaves y Julián Álvarez y Agustín Villar en comandita. Los dos primeros me dicen que quieren lo mejor para Andalucía y que por eso tengo que votar que el 18 de febrero; los otros me dicen que quieren lo mejor para Andalucía y que por eso tengo que votar que No, no sé qué pasa con un gol que le quieren meter a Andalucía y mandarla a la segunda división de las autonomías, todo escrito así, en plan de símil deportivo bastante chusco, populista y demagógico. Javier y Manuel se presentan con un "Querido/a amigo/a", pero Javier me tutea sin rubor (igual que Diego) y no, Javier, no, que yo a usted no lo conozco de nada, hombre, por favor, aunque es verdad que por lo menos no comete faltas de ortografía (¡ay Manuel, Manuel, haciendo novillos el día que explicaron el tema de la tilde diacrítica!) y nos evita el espectáculo, repetido ad náuseam, de "andaluces y andaluzas". Pero el fondo retórico es insufrible. Javier repite el mantra de la Constitución y la indivisibilidad de España, como para creerse mejor que el Estatuto es hijo suyo, y Manuel habla de retos adaptativos (es casi darwinismo político lo suyo), de derechos y ambientalismo, y -¡horror de los horrores!- pide 20 años más de confianza para colocar a Andalucía "en el grupo de regiones más modernas y avanzadas de España y de Europa".

Siguen sin explicarme cómo ese texto mal escrito, que elude la realidad para fundarse en los mitos y que se dedica a reglamentar la vida de los individuos hasta límites de alcoba va a influir en el desarrollo futuro de nuestra sociedad. Debe de ser cuestión de fe. Por mí, todo este despilfarro de energías, de tiempo, de medios, de dinero se lo podrían haber ahorrado. (Me conformo con tan poco de los políticos que, a día de hoy, me daría por satisfecho con que alguien me explicara de forma convicente (sin carta, por favor) cómo es posible que el Puente de San Telmo, ese que usan diariamente de forma obligada miles de viandantes de la ciudad en la que habito, lleve más de dos meses convertido en un infame sendero de cabras.)

¡MENOS ANDALUCÍA Y MÁS CIUDADANÍA!

09 febrero 2007

He recibido una carta

Diego Valderas, Coordinador General de IU LV-CA, a quien no tengo el gusto, me ha remitido una carta:

Querido/Querida conciudadana [Pues empezamos bien. Me llama "Querido", lo cual así, sin ni siquiera el retórico "amigo" de rigor me causa auténtico espanto. Aunque la barra que sigue me hace intuir que su intención no es llamarme "Querido" a secas (menos mal), sino que lo que me llama es "Querido conciudadana". ¡¡¡Arrea!!! Lo disculparemos. Seguramente el día que el maestro explicó las concordancias estaba en casa con paperas.]

Me tomo la libertad de dirigirme a ti [dice bien. Eso de que alguien que no me conoce de nada empiece tuteándome me parece más que libertad libertinaje] porque el próximo 18 de Febrero tienes, tenemos, una cita importante con Andalucía. Ese día estás convocado a renovar el espíritu de emancipación y autogobierno de nuestro pueblo [es curioso adonde ha ido a parar el (no)pensamiento de izquierda: ahora los pueblos tienen espíritu, y además el espíritu se expresa en un tono cursi aborrecible] participando en la consulta popular para refrendar el nuevo Estatuto de Autonomía.

Desde Izquierda Unida hemos apostado con firmeza por el mejor Estatuto. Un Estatuto de máximos, avanzado, progresista y en pie de igualdad con cualquier otro del Estado español [esto es, España]. Un Estatuto que es un instrumento de suma utilidad para los andaluces de hoy y para la de las futuras generaciones [pero pero pero. ¿No pueden pagarse un corrector de estilo en IU LV-CA? Si ya sabemos que Diego sufrió de paperas aquel año, el de su 2º de EGB...]

En Izquierda Unida nos sentimos especialmente satisfechos del profundo contenido social del nuevo Estatuto, situando los problemas reales de los hombres y mujeres de nuestra tierra en el centro de la acción política. [Obviaré el uso infame del gerundio, porque si no, no acabamos. Pero qué simpáticos que son. "Los problemas reales", dicen... Un Estatuto que no ha pedido nadie y que a nadie interesa, que ha aparecido en suelo andaluz cual Deus ex machina que sacara del hastío al régimen tras 25 años de apisonadora chavista]

Nuestro Estatuto es una propuesta ambiciosa que supone todo un reto de futuro [esto no lo dudo] para nuestro pueblo. [Diego es de pueblo, al parecer. Yo también. Pues ya tenemos algo en común] Y por ello, es absolutamente necesario que cuente con el máximo respaldo en las urnas, pues un apoyo masivo al mismo [espera que coja la gramática del abrigo, que he dejado la misma en el mismo] obligará en mayor medida [¡fantástico!] a los gobernantes a cumplirlo sin dilaciones ni rodeos. A ese compromiso te reclamo por el interés de Andalucía.

La izquierda alternativa [¡ay, que me da la risa! ¿Alternativa de qué?] que represento, ha puesto todo su empeño y trabajo en una apuesta decidida por Andalucía y a favor de quienes con más fuerza y derechos demandan una sociedad más justa y solidaria. Si este nuevo Esatuto goza de tu respaldo, el modelo político territorial español dará un paso irreversible hacia el federalismo solidario entre los pueblos de España [esto es mentira. Sosa Wagner se lo dejó claro a Caraballo el otro día. Aparte de que antes tendría que convencernos de las ventajas de más federalismo del que ya tenemos, pues, dejando al margen el nominalismo, el estado de las autonomías español tiene un carácter absolutamente federal], abriendo una vía ejemplar que más pronto que tarde seguirán el resto de Comunidades Autónomas [poco dudoso también, por desgracia. Otro motivo para votar NO].

Tu participación, la de tu gente y amigos, es fundamental, imprescindible [¡¡ojalá fuera imprescindible!! Porque entonces iba a ser que no, Diego]. Por ello, te invito a participar y a dar tu a Andalucía [esto lo pone en rojo, cursivas y con una letra más grande]. Te invito hoy, como en aquel histórico 28-F [letra verde y en negritas], a acumular y unir fuerzas para un nuevo impulso andaluz. Tu fuerza será la garantía de su cumplimiento [¿cumplimiento de qué? Como antecedente gramatical, el Estatuto queda un poco lejos].

Por más poder andaluz [¡¡horror!!, ¿más Chaves todavía?], más derechos sociales [¡demagogo!], más democracia [¡¡no!! El estatuto, reglamentista hasta lo indecible, trae mucho más control, luego mucha menos democracia] para mejorar la calidad de vida de toda la ciudadanía [o todos/todas las ciudadanas] andaluza.

Solicitio tu convencido de ser lo mejor para Andalucía [letra verde, cursivas, más grande, con 'Si' y 'Andalucía' en negritas].

Un cordial saludo [lo mismo]
Lo siento, Diego, pero no me has convencido.

¡MENOS ANDALUCÍA Y MÁS CIUDADANÍA!

08 febrero 2007

¿Qué vas a votar el 18 de febrero?

Disculpas y acicates

No sé si quedará alguien por ahí. Pedir disculpas en primer lugar a los que solían venir a leer por la espantada. Lo cierto es que el trabajo me hizo dejar esto en punto muerto (pude haber dejado un mensajito pero en ese momento no lo estimé oportuno y luego fueron pasando los días y los días y ya me dio cierta vergüenza hacerlo). Pasada la Navidad, más desahogado, pensaba retomar el blog, pero el ambiente político que se ha creado en el país es tan absolutamente irrespirable que dejó de apetecerme enfangarme más y dejé incluso de entrar aquí para nada. Sin embargo hoy he ido al correo (que tampoco leía desde diciembre) y he visto, aparte de los cariñosos mensajes de los amigos (que agradezco mucho, de verdad) ese último mensajito anónimo y unos y otros me han servido de acicate. Porque tiene razón el comunicante anónimo, ¡qué asco!