18 febrero 2007

Las razones de un NO

Pues llegó el día. Y como corresponde, ha salido el sol, las niñas van vestidas de organdí y huele a mierda de perro (al menos en mi calle). Para preparar la emoción del escrutinio (es lo que tienen los referendos en nuestra acrisolada democracia, que nunca se sabe si va a ganar el Sí o el No), me tomo la libertad de colocar aquí las razones que una ilustre comentarista, Mónica, ha dado en un post anterior para la orientación de su voto (espero que no se moleste). Puedo compartirlo en un noventaitantos por ciento, tal vez en un noventainuevecomaytantos por ciento.

Yo pienso despachar el bodrio estatutario andaluz con un olímpico NO. Y lo haré por las razones que a continuación relaciono:

Porque los andaluces lo último que necesitamos es que la Junta tenga todavía más poder. ¿Autogobierno? El de los individuos.

Porque, como persona individual, yo no pertenezco a ningún pueblo, a ningún ente colectivo con voluntad superior ni distinta de la mía propia. Ni tolero que ningún gobernante se permita decirme lo contrario.

Porque se trata de un texto teleológico, que pretende imponernos valoraciones morales y fines colectivos a los individuos utilizando nuestro dinero y la fuerza coactiva del estado.

Porque ignora la gramática elemental.

Porque participa de un fundamentalismo democrático que consiste en creer que por mayoría se puede decidir lo que hago yo en mi casa a la hora de comer. Cuando la democracia liberal consiste precisamente, más que en un método para elegir a los gobernantes, en hacer que esos gobernantes tengan unos límites.

Porque no introduce frenos en el poder despótico al que por definición tienden los gobiernos.

Porque apela a conceptos emocionales y de naturaleza tribal como un supuesto esencialismo andaluz, identitario, pordiosero y victimista, en base al cual los gobernantes pretenden decirnos a los ciudadanos qué música nos tiene que gustar, cuál nos representa o cuál tiene que ser nuestra identidad.

Porque continúa farsas grotescas como la llamada deuda histórica, cuya existencia niego y que, como liberal y como andaluza me avergüenza, pues jamás he confundido ni a las territorios con los individuos –que es a los que se nos roba a base de impuestos- ni el orgullo con la mendicidad.

Porque eleva a rango estatutario todos los ridículos tópicos progres, desde la idiotez siniestra del “desarrollo sostenible” hasta la llamada ideología de género (cualquier persona con mínimo de alfabetización sabe que géneros hay el masculino, el femenino, el neutro y el epiceno, y que lo otro son sexos) pasando por el multiculturalismo, el rancio pacifismo de guardarropía o la cruzada laicista.

Porque contribuirá aún más al deterioro de la enseñanza, y la sustitución de la instrucción por adoctrinamiento político.

Porque dinamita la igualdad ante la ley –la única que es legítimo perseguir desde los gobiernos-, estableciendo numerosas discriminaciones o privilegios (etimológicamente, leyes hechas para unos pocos) de las cuales no es la menos importante la existencia de cuotas femeninas, algo insultante para la mujer, contrario a la meritocracia y a la libre empresa y contraproducente para la productividad.

Porque, con cinismo insuperable, predica simultáneamente un supuesto deseo de contribuir al desarrollo económico de Andalucía y las recetas redistributivas, planificatorias y socialistas que lastran e impiden ese desarrollo.

Porque todo el texto consiste básicamente en una retahíla de agresiones contra los verdaderos derechos, los éticos, los naturales, los pre-existentes al Estado y ejercibles por todos simultáneamente sin necesidad de violentar los del prójimo, como son la vida, la libertad y la propiedad.

Porque convierte lo que fueron derechos negativos de los individuos en facultades de los gobernantes para ejercer un poder omnímodo sobre la vida de la gente.

Porque es colectivista, intervencionista y totalitario, valga la redundancia.

Porque consagra una Andalucía subsidiada, estatólatra, intervenida hasta los tuétanos por el poder político, en la cual el número de funcionarios, de paniaguados públicos y de redes clientelares varias no puede hacer otra cosa que aumentar.

Porque desafía a la soberanía nacional al pretender que un poder delegado como es una comunidad autónoma pueda decidir por sí mismo los criterios de las inversiones del Estado, o que pueda enviar conseguidores políticos a los organismos internacionales.

Porque lo de la realidad nacional es un chiste propio de las chirigotas del carnaval gaditano.

Porque Chaves miente como un bellaco cada vez que dice que la soberanía reside en el Parlamento andaluz. Con la Constitución del 78 en la mano, aquí no hay más soberanía que la soberanía nacional, la de la Nación española, que sólo se manifiesta en el poder constituyente (todos y cada uno de los ciudadanos españoles) y en la Constitución. Los parlamentos se eligen para cuatro años y sólo para mantenerse estrictamente dentro de los límites procedimentales que les marca la Constitución.

Porque abre la puerta a la creación de una absurda policía autonómica que no necesitamos y que, como se ha demostrado en otras comunidades, sólo puede redundar en una mayor descoordinación policial y, por tanto, en un serio deterioro de una de las pocas funciones del estado en una sociedad libre como es la seguridad.

Porque parte de una visión socialista y planificatoria que, como la Historia y la ciencia económica han demostrado sobradamente, sólo conduce a la esclerosis social y económica.

Porque sanciona conceptos fascistas como la llamada concertación social y atribuye a patronales y sindicatos una representatividad que no tienen.

Porque obliga a los andaluces a costear maquinarias de adoctrinamiento político como son los medios de comunicación públicos, y eleva a rango estatutario la existencia del Consejo Audiovisual andaluz, un órgano potencialmente censor, innecesario, derrochador, liberticida y contrario a la libre empresa.

Porque incentiva el parasitismo y sanciona cosas tan grotescas como la fijación artificial de la población a zonas rurales en las que no pueden hacer nada rentable, para atarlos a la subvención.

Porque está hecho por políticos tan arrogantes como ignorantes de que el verdadero bien común es el que surge de que ellos dejen de jugar a ingenieros sociales y se abstengan de interferir en el orden social espontáneo que llamamos mercado.

Porque el socialismo no sólo te hace pobre sino que te dice encima que es por tu bien.

Porque estoy hasta las mismas narices del dichoso Blas Infante y demás ralea de colectivistas criptonacionalistas de mentalidad arcaica, tribal, paleta y disfuncional en el mundo moderno y globalizado al que por fortuna vamos.

Porque acaba con cualquier vestigio de separación de poderes.

Porque pone en entredicho la seguridad jurídica al politizar aún más el Poder Judicial, creando, por ejemplo, un Consejo Andaluz de Justicia controlado desde la Junta, y una fantasmagórica “justicia de proximidad” de diáfanos tintes caciquiles.

Porque alienta la partitocracia y crea incentivos para el mantenimiento de una casta política caracterizada por la mediocridad y por la obediencia ciega al líder.

Porque no limita los mandatos ni prohíbe las subvenciones a todo tipo de asociaciones, fundaciones o pesebres varios.

Porque no combate la idea de que más autogobierno paleto en las taifas signifique ni haya significado nunca en España más progreso ni más prosperidad para los españoles sino al revés: un crecimiento desmesurado y esterilizante de unas absurdas burocracias parasitarias, unos pesebres tocanarices e intervencionistas a más no poder, que restan eficiencia, incrementan el coste de las decisiones, multiplican el gasto y las barreras regulatorias e interfieren atrozmente el desenvolvimiento espontáneo de la economía.

Porque contribuirá al incremento de la presión fiscal en España.

Porque todo este barullo estatutario está haciendo que perdamos de vista las reformas realmente importantes que deberíamos estar afrontando en España para competir en el mundo, como son, entre otras, la cada día más perentoria transición del actual modelo de pensiones de reparto al de capitalización, la rebaja drástica de la presión fiscal (quien quiera controlar la inflación no tiene más que empezar por ahí, y por frenar la demanda pública), la eliminación de trabas burocráticas y de rigideces en el mercado laboral, así como la introducción de la competencia en la educación como fórmulas para aumentar nuestra productividad.

Porque cuando deberíamos estar abriéndonos al mundo, eliminando trabas y burócratas, adelgazando el peso muerto del sector público y liberalizando nuestra economía resulta que nos dedicamos a hacer todo lo contrario.

Porque el hecho de que el PP de Javier Arenas haya dado su asentimiento a semejante engendro liberticida deja de manifiesto la inexistencia de algo ni lejanamente parecido a una alternativa política en Andalucía.

Porque supone el espaldarazo definitivo para la consolidación y el mantenimiento sine die del régimen caciquil del PSOE en Andalucía.

Porque no puedo soportar a tanto pancista, tanto pesebrista y tanto mendrugo aprovechado como circula por aquí.

En fin, diré NO a este estatuto porque representa todo lo que intelectualmente combato y moralmente deploro. Todo lo que yo sé que es contrario a la libertad y, por tanto, a la prosperidad de los andaluces.

¿Me explico?

18 febrero, 2007 00:39



¿Les ha quedado claro?

2 comentarios:

El Cerrajero dijo...

También he votado NO, por todo lo que dices y por mucho más.

Anónimo dijo...

Uy, no lo había visto. Cuánto honor, Argantonio. No sé si lo merezco.

Y me gusta que no estés de acuerdo al cien por cien. Entre liberales, cuando lo estás, empiezas a preocuparte.