15 febrero 2007

Algunos equívocos históricos

Conviene poner mucho cuidado a la hora de utilizar determinados conceptos históricos. Las instituciones, las categorías, el sentido de las palabras han ido evolucionando a lo largo del tiempo y lo que hoy significa 'blanco' hace no tanto pudo ser 'negro' o 'gris'. A menudo los equívocos que así se provocan son utilizados para retorcer los argumentos y manipular la opinión de una mayoría de ciudadanos no necesariamente conocedora del carácter diacrónico de muchos de esos conceptos.

Los nacionalistas se han dedicado en España a sacar notable ventaja con este tipo de burdas pero eficaces manipulaciones. Todas las palabras adquieren en su discurso el sentido (equívoco a sabiendas en muchas ocasiones) que favorece a sus demandas. Así, 'nación' no es ya aquello a lo que nos referimos de forma habitual en el lenguaje cotidiano: esto es, un estado. Desde este punto de vista, Francia, Alemania y Suiza son naciones, a pesar de que la primera es unitaria y centralista, la segunda, federal y la tercera, confederal. Nación es ahora, para los nacionalistas, una comunidad cultural y lingüística. Sentido que siempre tuvo, se me dirá. No siempre, básicamente desde el Romanticismo, pero bueno, aceptamos 'barco'. El problema está en que quienes usan este concepto lo que realmente desean es dar el salto semántico (y real, si todo se quedara en el significado...) hasta el primero. Es decir, tú me aceptas que somos una 'nación' cultural y mañana ya puedo yo reclamar la 'nación' política, que es la que en realidad me interesa. Es verdad que en el siglo XIX ambos conceptos de nación se superponían. Los grandes imperios estaban en retroceso y de ellos surgían naciones políticas nuevas basadas en el concepto antropológico del término 'nación'. Pero ¡estamos en el siglo XXI! El mundo es ya muy pequeño merced a la globalización y el salto adelante de las telecomunicaciones. ¡Nunca más las naciones étnicas o culturales! ¡Son naciones de ciudadanos las que necesitamos! Las naciones decantadas por la historia como unidades políticas pero no llenas de súbditos, sino de ciudadanos.

Con la proliferación de comunidades nacionales autodefinidas en los estatutos españoles asistimos a un proceso de involución, singularmente apoyado por las fuerzas de izquierda (¡otro gran equívoco histórico!: los internacionalistas se han vuelto nacionalistas furibundos), a una atomización medieval del poder, a un incremento del control sobre la vida privada de los ciudadanos, a una manipulación de sus sentimientos y de su identidad personal. El Estatuto de Andalucía es, en este sentido, un documento decimonónico.

¡MENOS ANDALUCÍA Y MÁS CIUDADANÍA!

1 comentario:

El Cerrajero dijo...

Los nazional-sociali$tas han troceado a España y ahora en vez de ser una nación es una tapa ^_^