18 agosto 2006

Eufemismos de ayer y de hoy

Nada más lejos de nuestra intención que emplear los recursos barriobajeros tan habituales entre nuestros políticos, esos que consisten en adjudicar al rival lo que jamás éste hizo o dijo. Es evidente que el eufemismo no ha nacido con los posmodernos y los códigos de lenguaje no sexista. Se usa desde siempre como fórmula de convivencia razonable. Porque los idiomas están en permanente mutación y cambio, aunque, contra lo que piensa la Presidenta del Parlamento Andaluz, no evolucionan forzados por decretos o directivas políticas, sino como consecuencia de los usos que, por complejos mecanismos, van determinando los hablantes. Así, hay palabras que dejan de usarse y en su lugar surgen otras nuevas, como hay las que varían de significado, toman matices jamás empleados o enfatizan determinados sentidos frente a otros. Términos en origen inocentes pueden adquirir una gran carga peyorativa o de mal gusto, que provocan que su uso sea visto por el hablante como inconveniente, al menos en determinados contextos. Porque en el idioma existen también registros diferentes. No hablamos como escribimos y no nos expresamos igual cuando estamos tomando unas cervezas con unos amigos que cuando damos una conferencia en el Ateneo, cuando vamos a una tienda en la que nunca antes habíamos entrado que cuando nos dirigimos a nuestro frutero de toda la vida, cuando saludamos al nuevo jefe de la oficina que cuando le damos un achuchón a nuestro hijo pequeño. Es evidente que en el lenguaje oficial (y más aún en el jurídico) no puede hablarse, por ejemplo, de "maricones" o de "subnormales", aunque ambos sean términos de uso común y que en algunos contextos no contienen en absoluto intenciones vejatorias. Pero es que lo de los eufemismos posmodernos que tan bien recogen las leyes más recientes es demasié y responde a motivaciones que se me escapan por completo. Desde el "segmento de ocio" por "recreo" a lo de las "personas de movilidad reducida" por "paralítico" o "minusválido" (que ya era eufemismo de "inválido"), a veces me pregunto cuál es el procedimiento que siguen nuestros próceres y nuestras próceras para esta destilación del lenguaje. ¿Se reúnen todos y todas en torno a una mesa y empiezan una sesión de tormenta de ideas (o mejor Brainstorming, que suena más cool)? Dicen los que entienden que para que el Brainstorming funcione lo mejor es acompañarlo de productos destilados (a ser posible, no por DYC). Por los resultados, lo parece.

Hay un caso sangrante, que no sé muy bien si entra en la categoría eufemística más clásica, pero que el Título I del Estatuto repite hasta en cuatro ocasiones. Es la confusión de "sexo" por "género". No bastó que la Real Academia Española de la Lengua emitiera un detallado informe sobre el particular, en el que se afirmaba algo tan obvio como esto:
Para designar la condición orgánica, biológica, por la cual los seres vivos son masculinos o femeninos, debe emplearse el término sexo: Las personas de sexo femenino adoptaban una conducta diferente. Es decir, las palabras tienen género (y no sexo), mientras que los seres vivos tienen sexo (y no género). En español no existe tradición de uso de la palabra género como sinónimo de sexo.
Los políticos españoles se lo pasaron por el forro de sus caprichos, pues como bien dijo en su momento doña María del Mar Moreno qué podía esperarse de una institución carca, que en pleno siglo XXI forman treinta siete hombres y sólo tres mujeres, qué podía esperarse sino el que llevaran la contraria a los representantes del pueblo. Pues aquí lo tenemos:

Artículo 15. Igualdad de género
Artículo 16. Protección contra la violencia de género
Las mujeres tienen derecho a una especial protección contra la violencia de género.
Artículo 35. Orientación sexual
Toda persona tiene derecho a que se respete su orientación sexual y su identidad de género.

Para otro momento dejaremos el fondo del asunto, como ese especial del artículo 16, pero por qué "orientación sexual" en el 35 y no "de género". Por el artículo 16 uno interpreta que hay que proteger a las mujeres cuando en medio de la interesante lectura de Madame Bovary los masculinos se líen a tortazo limpio con los femeninos (un "los" le mete el dedo en el ojo a un "las", un "caballo" se come una "caballa" y así). Admirable la sensibilidad de nuestro legislador para con nuestras señoras, tan impresionables ellas siempre. Por el artículo 35 interpretamos que los andaluces tenemos derecho a ser reconocidos como "el manolo" o "la manolo", "la nati" o "el nati", "el yosua" o "la yosua", "la chelo" o "el chelo", a conveniencia. Semejante avance social quedará sin duda registrado en los anales (va sin retranca) de la humanidad.

3 comentarios:

Canal Rancio Blog's dijo...

Si cambiamos sexo por género pueden ocurrir varias cosas:
1. Que cuando nos calentemos más de la cuenta tengamos que decir: "Me encanta el género" en vez del sexo. La frase no es mala después de todo, sobre todo si el "género" es de calidad.
2. El homosexual se convertiría en un homogeneral, no se sabe muy bien si de división o de brigada.
3. Las prendas que sirvan para tíos y tías dejarán de ser unisex para convertirse en unigén.
4. Ni sigo porque me estoy volviendo más gilipollas todavía. ¿O habrá que decir gilipenes?

canalsu dijo...

¡Un eufemismo!. Ahora entiendo lo de Ollero. El juez declaró al del maletín "no culpable" y a los que nos quedamos con la boca abierta "inocentes".

El Cerrajero dijo...

Era por la marca del maletín: samsoníte, el que prueba repite.