17 agosto 2006

Los derechos tras el fin de la modernidad

El Título I del Estatuto (Derechos sociales, deberes y políticas públicas; cuatro capítulos, artículos 12 a 40 bis) viene a ser un remedo de su correspondiente catalán y es por completo innecesario. La Constitución Española de 1978 contiene ya una declaración de derechos lo suficientemente prolija y detallada como para que se vengan ahora con estas milongas autonómicamente embozadas. El artículo 13 reconoce:
Ninguno de los derechos o principios contemplados en este Título puede ser interpretado, desarrollado o aplicado de modo que se limiten o reduzcan derechos o principios reconocidos por la Constitución o por los tratados y convenios internacionales ratificados por España.
Así que, nos dicen los responsables y responsablas, de lo que se trata es de ampliar derechos. Y aquí se espera que el público emita, solidariamente unido, un oh de admiración que alcance a la Estación Espacial Internacional, qué magnánimos son nuestros próceres que nos dan más derechos de los que tenemos. ¿Más? ¿Pero hay más? ¿Alguien nota que le falte algo? ¿Es que hay algo sustancialmente distinto en esta declaración con respecto a la de la Constitución? ¿Es que la Constitución no protege a los menores, los mayores y las mujeres, es que no garantiza la prestación sanitaria ni la educación, es que no dispone la posibilidad de que la Justicia sea gratuita, es que no se compromete a impulsar las buenas prácticas administrativas, es que no reconoce la participación política, es que no combate cualquier forma de discriminación? Ampliar derechos, dicen, y a lo mejor se creen que eso es lo que hacen con el artículo 20:

1. Se garantiza a todas las personas el derecho a vivir dignamente el proceso de su muerte.
2. Se reconoce el derecho a declarar la voluntad vital anticipada que deberá respetarse, en los términos que establezca la ley.

Pero por favor... 1 es tan general que no hay un sólo principio constitucional que lo desmienta o que vaya en contra de él. 2 ya existe, en los términos que establece la ley, coño, claro. Pero sin embargo ellos y ellas (los que piensan por nosotros y por nosotras) sienten que hay derechos que no tienen, que no tenemos, que es imposible que una Constitución elaborada justo en el fin de la modernidad abarque las cruciales innovaciones que el pensamiento posmoderno lleva un par de décadas elaborando. Es el lenguaje, estúpido. Pues claro. No son los derechos, es la forma de enunciarlos, que el lenguaje "como no es una ciencia, se puede cambiar" (la inefable María del Mar Moreno, a la sazón Presidenta del Parlamento de Andalucía, dixit). El lenguaje, con su capacidad para reblandecer y reprogramar las neuronas aún tiernas de los niños, esos que Papá Estado y Mamá Autonomía acunan maternales y miríficos desde la cuna a la tumba. El lenguaje. Tan fofo (y tan fofó) él. Le echaremos un vistazo...

[P. S. Acabo de descubrir que en agosto los sevillanos que no vacacionamos (y por una vez la distinción de género resulta pertinente) no tenemos derecho a peluquero... ¿Me lo incluyen en el Título I, porfavó?]

3 comentarios:

canalsu dijo...

Amigo Argantonio, algo está cambiando desde que se dio a conocer esta obra destinada a competir por el Premio Pocholo de las Letras (por las muchas que tiene y lo complicado de su encaje) y que responde al susurro de Estatuto de Andalucía.

Si hace unos meses, la Junta quitaba los crucifijos de las escuelas para llevarlos a la "Casa del Pueblo" alquilada en el Rocío por 30.000 miserables euros públicos, hoy publica un diario la segunda parte de las andanzas del cura de Gibraleón, ese pueblo salvado de la derechona con una tránsfuga reconvertida del PP. El cura, por lo visto, es el mayor "empleador" del pueblo, por encima del ayuntamiento, del cual recibió ayer una meritoria medalla por su inestimable labor a la hora de cargarse al anterior alcalde. (La foto que publica El Mundo, con sus miradas y poses merece uno de tus análisis)

A lo que iba, que el Estatuto acabó el conflicto con la Iglesia, que el PSOE respeta escrupulosamente los derechos amparados con los convenios internacionales ratificados por España, el de la Santa Sede entre ellos, y aunque sea reiterativo, como bien dices, las cosas hay que ponerlas en los papeles…o en los deuvedée de la posmodernidad, ¡qué digo!, supermegaultramodernidad chavesiana.

(Coño, me ha salido una bonita palabra pero más larga que la de los alemanes, se la voy a mandar a Chaves para que la pronuncie en una de sus intervenciones parlamentarias)

Canal Rancio Blog's dijo...

Título LXIX

Art. 1. Los andaluces y las andaluzas tendrán derecho a la atención capilar que elijan en el uso de su libertad estética.
Art. 2. Durante los periodos de relajación laboral lúdica, tanto los estivales como los relacionados con la fiestas invernales y primaverales que rinden culto a determinadas creencias sobrenaturales, los poderes públicos garantizarán el corte del cabello, las mechas y las permanentes así como la permutación de la variabilidad cromática capilar, vulgo tinte.
Art. 3. Asimismo y asimisma, la consejería de Bienestar Capilar asumirá las competencias derivadas de la depilación íntima a través de un convenio con el Infoca para la preservación de los Montes de Venus.

Argantonio dijo...

Muchas gracias, maestro, por el capote. Pero creo que lo mío ya no tiene remedio (me niego a entrar en una de esas plantas de criogenización donde, según una leyenda urbana, además te cortan el pelo), así que el más que previsible fracaso de mi entrevista de este fin de semana lo cargo en la conciencia de los poderes públicos, y, por supuesto, me reservo cuantas acciones judiciales estime oportunas para defender mi derecho a la estética.

Eso sí, pensando en el futuro, confío en que la propuesta de Cecé de Cabra de un cuerpo de esteticistas ambulantes para altos cargos salga adelante. Ahora mismito me paso a por el carné del partido y voy pidiendo la B.