08 junio 2006

Preámbulo (XIII): Diversidad

Hoy, como ayer, partimos de un principio básico, el que planteó Andalucía hace 25 años y que mantiene plenamente su vigencia: Igualdad no significa uniformidad. En España existen singularidades y hechos diferenciales. Andalucía los respeta y reconoce sin duda alguna. Pero, con la misma rotundidad, no puede consentir que esas diferencias sirvan como excusas para alcanzar determinados privilegios. Andalucía respeta y respetará la diversidad pero no permitirá la desigualdad.

Lamento ser reiterativo, pero es la insistencia en hacer de Andalucía un ente con capacidad para "plantear principios", "respetar y reconocer hechos diferenciales", e "impedir la desigualdad" la que me mueve a recalcar una vez más que este es un texto que no se limita a la que debería de ser su función, que no es otra que la de fijar la forma en que la comunidad autónoma andaluza se organiza política y administrativamente, sino que, a modo de catecismo, se encarga de establecer los preceptos que todo andaluz debe cumplir para ser considerado como tal. Y hablan de modernidad. Y a la vez, sin sonrojarse, de hechos diferenciales. A ver, hechos diferenciales existen en mi casa. A mí me gusta Mozart y a mi hija mayor un tipo que no sé como se llama pero que siempre que sale por la tele hace como el que canta con un pantalón tres tallas grande y una gorra de béisbol puesta del revés; a mí me gusta el whisky irlandés y mi mujer adora el ginlet; a mi pequeña le encantan los dibujos animados del oso Yogui y yo me pirro por Roland Garros. Ni le cuento los hechos diferenciales que tengo con mi vecino de arriba, rociero agonista y consumidor compulsivo de realities, ni con la peluquera de la acera de enfrente, que sale todos los fines de semana de botellona, ni con mi amigo Pepe, que entra por la portada de la feria el viernes antes de que empiece y no sale hasta el lunes de resaca. Pero todo esto, y desde la perspectiva de una norma jurídica, es irrelevante como elemento de cohesión social. Hechos diferenciales. Singularidades. Diversidad. En este ámbito, este lenguaje me resulta por completo incomprensible. Igualdad ante la ley. Abolición de los tribunales de honor. Por supuesto que rechazo de cualquier privilegio. Eso, justamente eso. Pero para los individuos, únicos sujetos de derecho. Y allá cada cual con la jerga en la que se exprese, la chilaba o el frac que guste de vestir o la forma en que decida adorar a dios, la patria o el rey. Paradójicamente, estas formulaciones barrocas y alambicadas, que dicen respetar y promover la diversidad, lo que hacen es justamente lo contrario, la limitan y coartan. Si existen pueblos con unidad de destino, como se desprende de la retórica fofa que sustenta este prólogo (porque más que un preámbulo se trata de un prólogo), y los individuos solamente se realizan reconociéndose en ellos, no sólo nos hemos cargado toda la filosofía política que sustenta a las democracias occidentales, sino que hemos abierto la puerta al aldeanismo, la xenofobia y el odio a lo distinto. España, constituida en nación de ciudadanos, representa la diversidad, y no la sombra del campanario de mi pueblo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Se trata de conseguir la igualdad de resultados (igualdad mediante la ley), y olvidar la igualdad de oportunidades (igualdad ante la ley).