29 junio 2006

Quién hace el ridículo

El Consejo de Gobierno Andaluz difundió hace unos días una nota ante la proximidad del Debate sobre el Estado de la Comunidad en la que al final, entre el oropel de sus vergüenzas, refulge este párrafo impagable:

El Gobierno andaluz respeta escrupulosamente la mayor amplitud del debate democrático en todos los órdenes y es plenamente consciente de que la discrepancia es consustancial al mismo, pero no permanecerá impasible ante los intentos de trivializar, deslegitimar o incluso ridiculizar a los andaluces, falseando o manipulando sus razonables aspiraciones recogidas en el proyecto de reforma del Estatuto de Autonomía.
No, hombre, no, pero qué coño os habéis creído. Aquí nadie se ríe de los andaluces (yo soy andaluz), nos reímos de vosotros, de vuestro proyecto antediluviano, de vuestras mentiras y de vuestras delirantes y megalómanas aspiraciones de nuevos ricos y de parásitos, más ridículas que el flequillo de Anasagasti.

Nos reímos por no llorar.

27 junio 2006

Artículo 10: Lô ohetibô (IV)

8º La convergencia con el resto del Estado y de la Unión Europea, promoviendo y manteniendo las necesarias relaciones de colaboración con el Estado y las demás Comunidades y Ciudades Autónomas, y propiciando la defensa de los intereses andaluces ante la Unión Europea.
Bueno, vale, las necesarias, pero ni una más.

9º La realización de un eficaz sistema de comunicaciones que potencie los intercambios humanos, culturales y económicos.
Los "intercambios [de] humanos" quiere decir, salvo que la cultura y la economía que se quieran potenciar sean las de los macacos de Gibraltar.

10º El desarrollo industrial y tecnológico basado en la innovación, la investigación científica, las iniciativas emprendedoras públicas y privadas, la suficiencia energética y la evaluación de la calidad, como fundamento del crecimiento armónico de Andalucía.
No entiendo que tiene que ver el crecimiento armónico con todo lo anterior. Y lo de la "suficiencia energética" es algo que me resulta por completo inaprehensible (¿los molinos de Tarifa nos la van a garantizar?, ¿cómo se hace de Andalucía una tierra autosuficiente en materia energética?, ¿con las inversiones en investigación científica, que son algo así como el 2% de las de algunas universidades americanas?). Aunque bien podría ser un reflejo de las consignas del nacionalismo catalán. Pediremos entonces alguna opita. Que no se olvide incluirlo en el próximo programa electoral.

11º La incorporación del pueblo andaluz a la sociedad del conocimiento.
Pues nada, que se incorpore el pueblo, pero que lo haga despacito, que hay alto riesgo de sufrir mareos.

12º La modernización, la planificación y el desarrollo integral del medio rural en el marco de una política de reforma agraria, favorecedora del crecimiento, el pleno empleo, el desarrollo de las estructuras agrarias y la corrección de los equilibrios territoriales, en el marco de la política agraria comunitaria y que impulse la competitividad de nuestra agricultura en el ámbito europeo e internacional.
¿Pero quién es el ágrafo que ha parido esta frase? Es lo que pasa cuando se mezclan las copulativas con las subordinadas, que por lo menos hay que saber escribir. El apartado es desde luego para enmarcar, partiendo de que determina por ley que las políticas relacionadas con el "medio rural" (se nota que les gusta la expresión) tendrán que contemplar la "planificación" y la "reforma agraria", conceptos que tienen una carga ideológica lo suficientemente significativa como para pensar que si no pretendieran perpetuarse en el poder a nadie podría habérsele ocurrido incluir algo así en un texto estatutario. Ni se les pasa por la cabeza que puedan ganar unas elecciones individuos que no crean necesaria ningún tipo de "reforma agraria" (sea eso lo que sea). El PRI como modelo. Luego está lo del "desarrollo de las estructuras agrarias" (me lo expliquen). Y lo de la corrección de los "equilibrios territoriales", que es definitivamente de traca. Será desequilibrios, digo yo. Al final cambia al plural mayestático. "Nuestra agricultura", dice, y así se sienten competitivos.

22 junio 2006

Artículo 10: Lô ohetibô (III)

6º La mejora de la calidad de vida de los andaluces mediante la protección de la naturaleza y del medio ambiente, la adecuada gestión del agua y la solidaridad interterritorial en su uso y distribución, junto con el desarrollo de los equipamientos sociales, educativos, culturales y sanitarios, así como la dotación de infraestructuras modernas.
No deja de resultar curioso que la mejora de la calidad de vida empiece por una mención al "medio ambiente", que no digo yo que no existan motivos para hacerlo así, pero resulta revelador de la posición desde la que se ha elaborado este documento, lo más granado de la corrección política boli y goma en ristre.
7º La consecución de la cohesión territorial, la solidaridad y la convergencia entre los diversos territorios de Andalucía, como forma de superación de los desequilibrios económicos, sociales y culturales y de equiparación de la riqueza y el bienestar entre todos los ciudadanos, especialmente los que habitan en el medio rural
Sobrenadando la penosa redacción, se detectan aquí dos joyas por entero deslumbrantes: una, esa "equiparación de la riqueza" entre todos los ciudadanos, que abre apasionantes perspectivas para la práctica política; dos, la mención específica al medio rural (mención sintácticamente incomprensible, si se sabe algo de castellano) que pone al descubierto todos los prejuicios y los tópicos sobre los que se ha elaborado esta cosa. ¿De verdad los habitantes de El Ejido, Lepe, Almuñécar, Andújar o Tomares necesitan atención específica para equipararse en niveles de riqueza y bienestar con los de los medios urbanos? Pues lo siento por ellos. Para que ganen unos, siempre tienen que perder otros, qué le vamos a hacer.

21 junio 2006

Un texto de Agustín García Calvo

De pronto, en una obra de Agustín García Calvo (¿Qué es lo qué pasa?), que globalmente no comparto en absoluto, encuentro perfectamente descrita la intuición que siempre he tenido de por qué quienes ostentan el poder tratan de evitar el manejo de la realidad tal cual es, difusa, compleja, de difícil reducción y ordenación en compartimentos estancos, por qué desde el poder se busca comprimirlo todo en fórmulas concretas y perfectamente categorizadas que hagan a los individuos sujetos sumisos, moldeables y controlables: si eres mujer, como mujer que eres, te corresponden tales derechos extras y tales privilegios, ¿te vas a quejar encima?; si eres andaluz, como andaluz que eres, esta es tu identidad, ya ves que estamos en todo, no te preocupes; si eres jornalero, como jornalero que eres, esta es tu forma de pensar y este es tu voto, el día de la liberación está cercano, tú firma, cobra y calla, etc., etc., ad nauseam. Y yo les digo: NO. Tan fuerte y rotundamente como pueda. NO. El texto es este:

Era siempre molesto y dificultoso para el Poder; para el cumplimiento de su meta y su ideal, el tener que andar manejando vidas de gente vagas y difusas, siempre plagadas de ocurrencias impertinentes, de indecisiones y de dudas, asomos desde lo sub-consciente de resabios de pueblo indefinido: pero, si las vidas se convierten en futuros, esto es, en muerte, y las poblaciones se reducen a conjuntos, idealmente cerrados, en que cada átomo esté seguro de sí mismo, sepa quién es y dónde está, entonces ya todo se vuelve tratable y computable, una labor sin más complicaciones que las que puede resolver un buen ordenador. Así el Aparato mismo viene a dar razón a la locución con que solemos designar la función del Estado-Capital: administración de muerte.

La muerte del individuo, sí. El Estatuto catalán, tan entusiásticamente votado el pasado domingo, y el futuro Estatuto andaluz pretenden certificarlas. ¿Nos vamos a dejar?

(Addenda: ¿Alguien leyó ayer la tribuna de Clavero en Diario de Sevilla? ¡Qué cosa tan patética!)

20 junio 2006

Artículo 10: Lô ohetibô (II)

4º El aprovechamiento y la potenciación de los recursos naturales y económicos de Andalucía bajo el principio de sostenibilidad, el impulso del conocimiento y del capital humano, la promoción de la inversión pública y privada, así como la justa redistribución de la riqueza y la renta.
Sinceramente, lo del "impulso del capital humano" es algo que me deja francamente preocupado. ¿Qué podrá significar tal cosa? ¿Hablan de un salto cósmico? ¿Tienen pensado participar nuestros padres en ese intento berlanguiano de modificar la órbita terrestre para invertir el proceso de calentamiento global? No sé si llegará el estatuto a tiempo, pero todo es ponerse. Lo de la "justa redistribución de la riqueza y la renta" no es que no sepa ya a qué se refiere, sino que me lo tomo como la retórica declaración de cara a la "clase trabajadora" que debe de cumplir cualquier documento con rango de ley que se precie, sobre todo (pero no sólo) si su elaboración corre a cuenta de las fuerzas de izquierda, que siempre han entendido que se gobierna para unos (los que nos votan) más que para otros.
5º La creación de las condiciones indispensables para hacer posible el retorno de los andaluces en el exterior que lo deseen y para que contribuyan con su trabajo al bienestar colectivo del pueblo andaluz.
Esta es buenísima de verdad. En su delirio, el antropólogo piensa que los "andaluces en el exterior" son mano de obra desaprovechada para el "bienestar colectivo del pueblo andaluz", y por eso hay que crear condiciones "indispensables" (¡dios, el adjetivo!; ¡¡indispensables!!) para que vuelvan y así se conviertan en buenos y auténticos andaluces. Forzado por alguien con algunos escrúpulos, el antropólogo se vio obligado a escribir ese "que lo deseen", que resta poder intimidatorio y religioso a la arenga, convirtiendo el precepto en un desiderátum inútil, fofo y pueril: retornad, hijos pródigos, a Andalucía, pero sólo si lo deseáis, que corra el fino en la feria y haiga buen rollito para todos. Parece mentira que a estas alturas tengamos que leer semejantes bobadas. ¡Que la gente haga lo que quiera y viva donde le dé la gana! Las condiciones que hay que crear son las que permitan la vida en libertad y el progreso y la felicidad de los individuos, sean quienes sean y de donde sean, andaluces de nacimiento, hijos de andaluces, madrileños, rumanos, checos, mozambiqueños, ecuatorianos y hasta politicos.

18 junio 2006

Lenguas contra el nacionalismo

Convertir a las lenguas en depositarias de la identidad, algo que siempre se ha hecho con fines políticos, es pervertir su sentido originario, el que ha prevalecido en ellas durante miles de años. Todas las lenguas son producto de dos factores sumamente complejos: la naturaleza y la cultura. Sin despreciar los segundos, las teorías chomskianas han abordado la consideración de las lenguas como parte esencial de la naturaleza humana, y como entes en cuyos rasgos esenciales nada influyen la política, la historia o la cultura. La lingüística racionalista o generativista otorga un estatuto mental a los sistemas gramaticales, esa ingente cantidad de información, parámetros y principios cuyo funcionamiento el hablante desconoce, pero gracias al cual crea constantemente mensajes verbales nuevos. Los aspectos accesorios de las lenguas están relacionados con las naciones; los esenciales nos demuestran que la lengua pertenece al individuo.

Este párrafo demoledor está extraído de Lenguas en guerra, ensayo justamente premiado con el Premio Espasa 2005, y con el que Irene Lozano desmonta una por una todas las falacias y patrañas que los nacionalistas periféricos españoles han logrado difundir en torno a la lengua, con tanto éxito que un porcentaje en absoluto desdeñable de catalanes, vascos, valencianos o gallegos que tienen como lengua materna el castellano están convencidos de que eso no es sino una disfunción provocada por el imperialismo, el centralismo, el franquismo o el mismísimo Carlos V, que ellos, como miembros de una nación, tienen una lengua propia, que les otorga una visión especial del mundo, la que caracteriza a los miembros de su tribu. Semejante estupidez está tan arraigada y ha alcanzado tal prestigio que casi nadie parece hoy en España dispuesto a discutir su falaz fundamento ni sus nefastas consecuencias, que no son sólo un gasto desmesurado e innecesario sino una división creciente y la siembra inevitable de gérmenes de odio, resentimiento y enfrentamientos sin sentido. La cosa ha llegado a tal punto que en las regiones en las que se encuentran rastros de determinadas formas dialectales (bable en Asturias, fabla en Aragón) se escuchan periódicamente voces que reivindican su fortalecimiento y elevación a nivel de lengua, mediante el mismo procedimiento seguido por los nacionalistas vascos, es decir la imposición obligatoria como elemento identitario de algo creado a partir de varios sistemas lingüísticos dispersos que hace treinta años no hablaba más allá del 15% de la población. Aterra pensar en lo que sería un arma como esa en manos del andalucismo. Así que aquí reivindicamos la inocencia primigenia de las lenguas y su valor como instrumento para la comunicación humana y no como marca distintiva de las tribus. Esta Torre de Babel dice más o menos lo mismo con una extraordinaria lucidez.

16 junio 2006

Artículo 10: Lô ohetibô (I)

El artículo 10 desvela bien a las claras el talante con el que se ha elaborado el Estatuto. Muchos de los objetivos formulados son desde luego nobles y expresan aspiraciones no sólo legítimas sino imprescindibles para cualquier sociedad que trate de promover el crecimiento y las condiciones para el desarrollo personal de los ciudadanos, pero se hace todo a través de un lenguaje tan fofo, tan inane, tan torpe, tan propagandístico, tan pendiente de lo políticamente correcto, tan ajeno a lo que debería ser una norma jurídica con pretensiones de regular la convivencia de unos ciudadanos libres y responsables que no puede evitar caer permanentemenete en el terreno de lo obvio, de lo partidista y de lo ridículo.

Empecemos:

1. La Comunidad Autónoma de Andalucía promoverá las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; removerá los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y fomentará la calidad de la democracia facilitando la participación de todos los andaluces en la vida política, económica, cultural y social. A tales efectos, adoptará todas las medidas de acción positiva que resulten necesarias.
Muy bien. Ahora veamos cómo piensan hacerlo, porque lo que sigue es casi un plan de gobierno.
2. La Comunidad Autónoma propiciará la efectiva igualdad del hombre y de la mujer andaluces, promoviendo la democracia paritaria y la plena incorporación de aquélla en la vida social, superando cualquier discriminación laboral, cultural, económica, política o social
Así me gusta. Empezamos duros. Primero se afirma la promoción de la libertad y la igualdad del individuo y a renglón seguido se definen las normas básicas de la discriminación por razón de sexo. Positiva, le llaman. Para las mujeres es desde luego humillante, eso de no estar nunca segura de si consigues un puesto por tu mérito o por lo que tienes entre las piernas me parece una tortura consistentemente sofisticada. Remuévanse los obstáculos que puedan provocar las discriminaciones individuales. Legíslese para que los órganos administrativos o judiciales convenientes puedan detectar, sancionar y corregir los abusos, pero, hombre por Dios, no se institucionalice la discriminación por muy guay y muy políticamente correcta que sea, y menos dentro de una norma jurídica básica. Lo de promover la democracia paritaria es sencillamente indignante. Que por ley se impongan listas (electorales o de lo que sea) paritarias o se desarrollen planes tan absolutamente delirantes como esas ayudas de la junta a aquellas personas que se formen en profesiones no habituales entre los de su sexo atenta directamente contra las bases de una sociedad meritocrática, como se supone que tendría que ser la nuestra. Acaso lo que quiera promoverse sea, como justo reflejo de la clase política, una sociedad mediocrática (el maestro Paco Robles dixit).
3. Para todo ello la Comunidad Autónoma, en defensa del interés general, ejercerá sus poderes con los siguientes objetivos básicos:
Pueden temblar antes de continuar.
1º La consecución del pleno empleo estable y de calidad en todos los sectores de la producción, con singular incidencia en la salvaguarda de la seguridad y salud laboral, la conciliación de la vida familiar y laboral y la especial garantía de puestos de trabajo para las mujeres y las jóvenes generaciones de andaluces.
Pero cómo que especial garantía. Por qué este paternalismo absurdo con las mujeres. Si están bien espabiladas y no necesitan tutela de nadie. Yo convivo con ellas a diario y sé de lo que hablo. Una vez más: necesitamos sólo un principio general de actuación. Si hay sectores de la población (en el campo, en barrios marginales o donde sea) que precisan de atención o promoción especiales, que se haga mediante la acción ejecutiva de los gobiernos locales y regionales; pero cómo es posible que se defina desde la norma básica un principio de actuación coyuntural, conscientemente discriminatorio por razones de sexo. Muy simple, porque no lo quieren coyuntural. No. Parece ser que las mujeres necesitan muletas para moverse por el mundo, y alguien quiere que las necesiten siempre. Y los jóvenes. Pues lo mismo.
2º El acceso de todos los andaluces a una educación permanente y de calidad que les permita su realización personal y social.
Vale. Claro que eso de la realización social parece que tiene que ver con esto:
3º El afianzamiento de la conciencia de identidad y de la cultura andaluza a través del conocimiento, investigación y difusión del patrimonio histórico, antropológico y lingüístico.
Sencillamente, repugnante. Cada vez que oigo hablar de identidades colectivas, cojo el casco y me pongo a dar paladas a ver si termino el búnker de una puñetera vez. Quieren a los andaluces afianzados en una conciencia de identidad andalucista. ¿Recuerdan la unidad de destino en lo universal? Pues esto es lo mismo, pero con Farruquito, el Rocío y el aceite de oliva virgen extra dentro de una caseta de feria. Porque es falso que "a través del conocimiento, investigación y difusión del patrimonio histórico, antropológico y lingüístico" (están bien escogidas las disciplinas, ¿eh?, no me dirán que no) pueda desarrollarse nada parecido a una conciencia de identidad colectiva, salvo que ese conocimiento y esa difusión estén previamente seleccionados: conocer y difundir aquello que el andalucismo piensa que es propio de los andaluces. Por ejemplo, unos arqueólogos acaban de descubrir sin apenas dudas razonables que el Tesoro del Carambolo no es tartésico, sino fenicio, es decir, no local, sino oriental. ¿Se han enterado ustedes? ¿Escucharon la noticia en Canal Sur? (Canalsu, ¿sabes tú algo de eso?)
3º bis. La defensa, promoción, estudio y prestigio de la modalidad lingüística andaluza en todas sus variedades.
De premio. Verdaderamente impresionante. Primero la llaman "modalidad lingüística andaluza" y luego, ante la previsible pregunta: "¿Cuál de ellas?", añaden que "en todas su variedades". O sea, que no hay modalidad lingüística andaluza. No es ya que el habla de Almería no se parezca absolutamente en nada a la de Huelva ni la de Granada a la de Sevilla ni la de Cádiz a la de Jaén, es que en la misma provincia las "modalidades lingüísticas" son tan variadas como que, por ejemplo, nadie medianamente sensato sería capaz de afirmar que uno de Coria del Río participa de la misma "modalidad lingüistica" que alguien de Alanís. Y eso es lo que pretenden promocionar, estudiar y prestigiar. Pretenden reglamentar también no ya la lengua (si Dios existe, por la presente quiero que quede constancia de que le estaré eternamente agradecido por no habernos concedido una "lengua propia"), sino hasta el habla de la gente. Yo hace mucho tiempo que vengo descojonándome periódicamente con esto (que por supuesto es un proyecto que, gracias al Estatuto, a partir de ahora será defendido y promocionado desde las instituciones, pues su utilidad pública salta a la vista), pero no, andaba yo equivocado, voy a tener que tomármelo en serio, muy en serio, es posible que en unos años los cuestionarios de las oposiciones se redacten conforme a estas normâ ortográfiqâ. Así que ahora mismo lo coloco en Favoritos. Y de paso me tomo un respiro. Uf.

14 junio 2006

Un manifiesto

Ciudadanos de Europa

Europa fue en sus orígenes un territorio, pero dejó de serlo cuando comenzó a identificarse con un ideal de conquista de la dignidad y la libertad para todo ser humano. Incluso en sus años más oscuros, aquellos en los que sus habitantes padecieron la barbarie del totalitarismo, fue ese ideal democrático, esa verdadera alma de Europa que había fructificado más allá de su viejo territorio, la que hizo posible la victoria frente al horror. Por eso estamos obligados a defender y a fortalecer Europa; no porque creamos en una nación europea, sino porque creemos en una nación humana de la que Europa constituye ya el germen.

Pero hoy Europa vive un momento crítico. Sus ciudadanos parecemos haber perdido la conciencia y la memoria del alto precio pagado por la conquista de las libertades que disfrutamos. Acomodados en los tópicos del relativismo y la deconstrucción, somos incapaces de reconocer el valor de las creaciones que nuestra cultura ha aportado al patrimonio común de la humanidad. Traicionamos así la deuda que nos liga a aquellos de nuestros antepasados que se dejaron la piel en esa tarea, como traicionamos también a los hombres y mujeres que en el resto del mundo combaten por esos mismos ideales.

Carentes del aliento de sus ciudadanos, las recién nacidas instituciones europeas se tambalean, a la vez que los gobernantes de los estados nacionales reintroducen gestos de un nacionalismo populista que creíamos ya inconcebible tras las brutales guerras inter-nacionales que asolaron el pasado siglo.

Y sobre todo, día a día crecen las amenazas externas e internas provenientes de los movimientos nacionalistas. Independientemente de los criterios sobre los que construyen sus proyectos identitarios –la raza, la religión, la lengua, la historia, la cultura...– , todos ellos llevan en su seno el germen de la intolerancia y el totalitarismo, pues comparten la idea de que la identidad colectiva debe primar sobre la libertad del individuo, y por eso todos ellos suponen, en mayor o menor grado, reaccionarios retrocesos tribales contra el ideal de una única nación de hombres libres.

Si añadimos a todo ello la llegada masiva a nuestro suelo de emigrantes procedentes de todos los rincones del mundo, no será difícil percibir la situación explosiva a la que, a medio plazo, parecemos abocados. Sólo una Europa fuerte y unida puede ser capaz de integrarlos en su seno transmitiéndoles los valores que ha forjado y haciendo de ellos nuevos ciudadanos europeos. Pero es un espejismo suicida creer que podrán llegar a convertirse en “británicos”, “italianos” o “españoles”, y aún menos en “escoceses”, “piamonteses” o “catalanes”. Por eso, el retorno de los nacionalismos, la epidemia de afirmaciones identitarias y tribales que asola de nuevo Europa, sólo puede conducir al fracaso de la integración de esos emigrantes que, a medio plazo, se verán a su vez empujados a construir nuevas comunidades identitarias condenadas a un proceso letal de afirmación y confrontación.

Es fácil comprender que este nuevo apogeo de los nacionalismos es uno de los efectos del ya imparable proceso de mundialización económica que vive la humanidad. Pero es necesario añadir: es a la vez el más reaccionario y el más peligroso. No hay mejor prueba de ello que el hecho de que amplios sectores de esa izquierda europea que siempre hizo suyo el ideal internacionalista hayan renunciado inconfesadamente a él a la vez que abrazan su negación absoluta: la defensa de las identidades nacionales.

Los españoles nos hemos implicado en este nuevo proceso histórico tanto como el resto de los europeos. Pero las peculiaridades de la situación política que vivimos en los últimos tiempos –producto de años de oportunista renuncia por parte de los partidos políticos democráticos a combatir ideológicamente el nacionalismo–, amenazan con darnos un inesperado protagonismo. Tras haber sido los primeros y casi los únicos en votar la Constitución Europea, corremos el peligro de ser también los primeros en iniciar un proceso de desintegración tribal que terminaría por hacer imposible el proyecto de la unidad europea.

Y sin embargo, la mayor parte de nuestros políticos, incapaces de percibir otra realidad que la de sus cálculos de poder al más breve plazo, se comportan con la irresponsabilidad de quienes imaginan a Europa como una entidad inalterable que estaría siempre ahí para actuar como colchón amortiguador de sus conductas irresponsables. Olvidando que a la proclamación de la nación sigue la de la soberanía, a ésta la de la autodeterminación y que finalmente, aunque sólo sea por el deseo de los líderes nacionalistas de seguir detentando el poder, la independencia. Pues bien, si eso sucede en Cataluña o en el País Vasco, ¿qué garantiza que la pasión tribal no prosiga en Escocia, en Bélgica o en el norte de Italia? La pretendida “Europa de los pueblos” que vocean los nacionalistas será entonces la mascarada de un proceso de destrucción de la verdadera Europa que ha comenzado ya a nacer: la Europa de los ciudadanos.

Ante tan oscuro panorama los ciudadanos europeos no podemos seguir por más tiempo callados, so pena de acabar sometidos a quienes defienden sus proyectos totalitarios con una pasión que los demócratas parecemos haber perdido. Por eso, los que suscribimos este manifiesto afirmamos:

1.- Que frente a la proliferación de las tendencias disgregadoras, tribales y reaccionarias características de los nacionalismos, nos comprometemos a luchar por la defensa y el fortalecimiento de la Europa de las libertades, es decir, de la Europa de los ciudadanos libres.

2.- Que frente a la reclamación de derechos históricos de las comunidades que buscan sembrar la desigualdad y la disgregación entre los ciudadanos de Europa, reivindicamos los derechos humanos, que no son otros que los derechos históricamente conquistados por los hombres en su lucha contra la barbarie tribal.

3.- Que las naciones y los estados son realidades históricas, como cualquier otra obra humana, y en ningún caso entidades eternas e inalterables. Por eso, no imaginamos un destino más noble para una nación que el de renunciar a su ser diferenciado para alumbrar una realidad política mucho mayor, más plural, más igualitaria y, en definitiva, más humana.

4.- Que esa Europa en la que creemos hará de su rica diversidad cultural un patrimonio común, y en ningún caso la coartada de reclamaciones excluyentes y segregadoras.

5.- Que no reconocerá otra soberanía que la que emane del conjunto de los ciudadanos europeos.

6.- Que, por eso, rechazará toda reclamación de autodeterminación, pues en una comunidad democrática el ejercicio de la autodeterminación es una práctica insolidaria, sin otro fin que la afirmación e intensificación de privilegios y de desigualdades.

7.- Que avanzará decididamente hacia la renuncia a toda frontera interior, pues ha aprendido a golpe de masacres que las fronteras llaman a las guerras.

8.- Que sólo una Europa como esa –unida, libre y plural, cosmopolita, desterritorializada y destribalizada– será capaz de integrar a los emigrantes que hacia ella acuden, pues será la única que podrán vivir como un proyecto ilusionante del que también ellos deseen formar parte.

9.- Que la Europa que defendemos es sólo una etapa provisional en la creación de esa nación que deseamos: una nación universal, plural y cosmopolita de ciudadanos libres que desconocerá toda frontera entre los hombres.

10.- Que porque defendemos esa patria universal de los hombres libres y porque, en el camino hacia ella, defendemos una Europa de los ciudadanos, igualmente y con la misma provisionalidad defendemos España como una realidad democrática, plural e integradora indiscutiblemente superior a lo que surgiría de su disgregación en comunidades identitarias y monocordes.

Por todo ello llamamos a todos nuestros conciudadanos a asumir, apoyar y difundir este manifiesto, convencidos como estamos de que en el siglo XXI los españoles, al igual que el resto de los habitantes de este continente, seremos europeos o no seremos.

Ciudadanía (individual) vs. identidad (colectiva)

¡Qué delicia si todo el Estatuto se fundamentara en los artículos 2 y 5, ahí donde se determina el territorio que ocupa la comunidad autónoma y donde se especifica que "gozan de la condición política de andaluces los ciudadanos españoles que, de acuerdo con las leyes generales del Estado, tengan vecindad administrativa en cualquiera de los municipios de Andalucía"! ¡Vecindad administrativa, ciudadanía! ¡Qué pureza, qué claridad, qué gozo si eso fuera todo! Pero no. Por medio se cuela el artículo 3, que es el de los símbolos (andalucistas, por supuesto) y el espantajo del artículo 6, en el que se habla de las comunidades andaluzas en el exterior, su identidad (¡¡"podrán solicitar el reconocimeinto de su identidad andaluza"!!) y su derecho a participar en la vida del pueblo andaluz. El antropólogo asomando otra vez la patita.

13 junio 2006

Artículo 1: Andalucía

¡Joder con el primer artículo!

Empezando por el cacao mental de su primer apartado:

1. Andalucía, como nacionalidad histórica, se constituye en Comunidad Autónoma, conforme al artículo 2 de la Constitución Española.
En el preámbulo, Andalucía se había autodefinido como "realidad nacional", pero aquí aparece como "nacionalidad histórica", también autodefinida, pues ya dejamos claro que la Constitución del 78 no dice en ningún sitio que lo sea, y pese a eso, pese a la nación doblemente autodefinida, termina constituyéndose en Comunidad Autónoma. Es como decirle de corrido al señorito Duque Conde Marqués sin descomponer la sonrisa. Total, qué más da, si sólo son palabras, y el idioma, como no es ciencia, puede cambiarse (Mª del Mar Moreno, a la sazón presidenta del Parlamento de Andalucía, dixit). Nos saltamos la innecesaria redundancia del apartado 2, que recoge los valores que ya propugna la Constitución, más la solidaridad y todo eso... Y, de pronto, esto:

3. Los poderes de la Comunidad Autónoma de Andalucía emanan de la Constitución y del pueblo andaluz, en los términos del presente Estatuto de Autonomía, que es su norma institucional básica.
Esta cláusula, que ya se incluía en el Estatuto del 81, es sobre el papel, ni más ni menos que un acto revolucionario, aunque en la práctica no haya tenido esas consecuencias, pero ahí queda, para lo que pudiera suceder en el futuro. Los poderes de la Comunidad Autónoma de Andalucía no pueden emanar del pueblo andaluz, ya que en España el unico sujeto legal de soberanía es el pueblo español. Y la soberanía sólo puede cambiar por una decisión del sujeto que legalmente la ostenta. El añadido respecto al Estatuto como "norma institucional básica" (novedad de la temporada 2006) da un pasito más, pues resulta evidente que la norma institucional básica de Andalucía no es el Estatuto, sino la Constitución. ¿Por qué se han ido permitiendo estas trampitas legales de consecuencias imprevisibles? ¡Ah! Alguien en el Tribunal Constitucional debería de responder a esa pregunta.

Y el divertido apartado 4. No por lo que dice, que no tiene mayor historia y es técnicamente impecable, sino por lo que justifica. Hay que recordar que la entrada de España en la Unión Europea, posterior a la redacción de los actuales estatutos autonómicos, ha sido repetidas veces esgrimida como una de las causas que obligaban a su modernización.
4. La Unión Europea es ámbito de referencia y de actuación de los poderes de la Comunidad Autónoma, que asume sus valores y vela por el cumplimiento de sus objetivos y por el respeto de los derechos de los ciudadanos europeos.
¿Para esto tanto?

12 junio 2006

...y Manolo es su profeta

Ayer, Diario de Sevilla publicaba una entrevista con el Presidente de la Junta de Andalucía (desconozco si los otros diarios de Joly también la traían) en la que don Manuel Chaves muestra que nació para profeta, por lo que su puesto al frente de la Patria en marcha es no sólo producto de sus indudables merecimientos intelectuales y políticos, sino también de su indiscutible vocación de guía del rebaño. Toda la entrevista, que Joly podría haberse ahorrado, pues no hay en ella absolutamente nada que justifique el desmesurado espacio que se le adjudica, gira en torno a la capacidad del Presidente para adivinar el futuro. Por ejemplo:

"Hice una previsión política: que era irreversible la reforma de los estatutos de autonomía..." [¡Ohhhhhhhhhhh!]
"El no del PP, si se mantiene hasta el final, se va a convertir en mucho en el referéndum..."
"No quiero hacer ningún pronóstico [¡genial!], pero ahora tiene poca credibilidad [el PP] y el no no creo que vaya a aumentarla..."
"Sabíamos que la definición de Andalucía iba a ser polémica y que tendríamos que hacer un esfuerzo para lograr un consenso..." [Esta era fácil, la verdad]
"Pero creo que [los andaluces] sí intuyen lo que representa el término [realidad nacional] como una fórmula para evitar agravios. En el 28-F, la gente no se había leído el artículo 151 de la Constitución, pero intuyó qué era lo que estaba en juego. La gente intuye ahora lo que está en juego" [Eso, eso, mucha intuición y mucha fe. Como Los del Río en la campaña del Referéndum europeo: si estos tíos tan listos dicen que hay que ir y votar que sí, pues se va y se vota que sí. Y ya está. Quién necesita saber leer cuando puede dedicarse a seguir sobre la arena las huellas de la sandalia del Profeta]

10 junio 2006

Preámbulo (y XIV): La autoestima

El grado de desarrollo económico, social y cultural de Andalucía ha sido posible gracias al Estatuto de Autonomía. Un texto que ha favorecido la convivencia armónica, el desarrollo político, social y económico de esta tierra y la recuperación de la autoestima de un pueblo que hoy tiene voz propia en el Estado de las Autonomías, tal y como establece la Constitución Española de 1978.

Se trata, en definitiva, de conseguir un Estatuto para el siglo XXI, un instrumento jurídico que impulse el bienestar, la igualdad y la justicia social, dentro del marco de cohesión y solidaridad que establece la Constitución.

Por ello, y como expresión de voluntad colectiva representada políticamente a través del Parlamento, el pueblo andaluz ratifica el presente Estatuto de Autonomía de Andalucía, como renovación del compromiso manifestado el 28-F de 1980.

Sobrados de autoestima. No cabe duda. Los políticos que han parido y ratificado esta patada a la lógica, a la historia y a la gramática van sobrados de autoestima. Dicen que el desarrollo andaluz se ha conseguido "gracias" al Estatuto del 81. O a pesar de él. Que ese es el problema que tiene esta concepción ahistórica de la Historia. Si los hechos del pasado los colocamos desde el presente en el orden jerárquico y lógico que más nos interesa, lo mismo puede hacerse en un sentido que en otro. Todo depende del observador. Para ellos el observador es Andalucía, ese ente sobrenatural que compila, ordena, se organiza, hace aportaciones y contempla cómo pasa la Historia por delante de sus reales. En esas condiciones, a los que leemos el catecismo sólo se nos pide fe. Pero bien podría ser que un ateo o un hereje actuaran de observadores. Entonces la perspectiva cambia: el atraso andaluz se debe a la nefasta gestión de unos políticos más interesados por perpetuarse en el poder que por resolver los problemas reales de los andaluces. Por ejemplo. Y echarlos a pelear. Urnas de por medio. A ver qué pasaba.

Pero antes, el articulado.

09 junio 2006

Constitución

Nosotros el Pueblo de los Estados Unidos, con miras a formar una Unión más perfecta, instaurar la Justicia, asegurar la Tranquilidad interna, proveer para la defensa común, promover el Bienestar general y garantizar las Bendiciones de la Libertad para nosotros mismos y para nuestros Descendientes, ordenamos y establecemos esta Constitución para los Estados Unidos de América.

Ese es todo el preámbulo de la Constitución liberal escrita más antigua del mundo, aún en vigor. Fue redactada por delegados de doce de los trece estados americanos originales en 1787 y tiene sólo siete artículos. El V prevé la reforma del texto a través de las enmiendas, mecanismo que ha sido utilizado siempre con gran prudencia. Las diez primeras enmiendas se aprobaron en 1791 y son una auténtica declaración de derechos. La última, la vigesimoséptima, data de 1992 y se refiere a la remuneración de representantes y senadores. El texto es una simple delimitación de las reglas del juego. Traza la organización de los tres poderes (legislativo, ejecutivo, judicial) y unas normas muy básicas sobre la categoría de ciudadano, las relaciones entre los estados y el deber de todos los representantes de acatar y hacer cumplir la propia Constitución. Entre las enmiendas, aparte de las diez primeras, tiene especial significado la decimotercera, ratificada el 6 de diciembre de 1865 y que abolía la esclavitud. Y hay algunas fallidas, como la decimoctava, que establecía la Ley Seca, aprobada en 1919 y que, una vez reconocido el error de su promulgación, fue derogada por la vigesimoprimera, de 1933.

¿Cómo puede un texto tan antiguo mantenerse aún en vigor? Porque es simple. Recogía lo mejor del pensamiento político europeo del XVIII, el liberal ilustrado, que, en mi opinión, tiene absoluta y plena vigencia. El mecanismo de reforma previsto es flexible y útil. Y no se trata de un documento de partido. Tras el hito de la Constitución de Cádiz, que apenas estuvo en vigor, el gran problema del constitucionalismo español es que los textos han sido siempre documentos partidarios, redactados por un grupo político contra el resto. Hasta la Constitución de 1978, que, con todos sus defectos, tenía la gran virtud de ser producto de un amplísimo consenso. A pesar de la extensa declaración de derechos (que sigue resultando hoy más que suficiente para la convivencia) y de que pone en pie un complejo sistema de organización territorial, la Constitución española de 1978 tiene sólo 169 artículos. El actual estatuto catalán, el de 1979, tiene 57, y el andaluz, el de 1981, 75. Pues bien, de repente, los representantes catalanes redactan más que un nuevo Estatuto, una auténtica Constitución, con 223 artículos, que es casi plagiada por el Parlamento andaluz, hasta en el tamaño, 222 artículos más no sé cuantas disposiciones adicionales y transitorias. Son textos absolutamente delirantes, reglamentistas hasta límites casi stalinianos, retóricos y partidistas, que parecen desear la inauguración de un tiempo nuevo. A lo mejor es que se trata simplemente de eso. Primero fue en las cátedras universitarias posmodernas, pero la abolición de la modernidad ha llegado ya a las normas jurídicas básicas. Por esa razón, como decía por ahí detrás un comunicante anónimo, no se trataría ahora de aplicar el principio de igualdad ante la ley, del que hay que olvidarse, sino el de igualdad mediante la ley. Claro, claro. Es comprensible. Y bien significativo de la puerilidad creciente de nuestra sociedad. Papá Estado y Mamá Nación que se ocupan de que sus hijos no se descarríen.

08 junio 2006

Preámbulo (XIII): Diversidad

Hoy, como ayer, partimos de un principio básico, el que planteó Andalucía hace 25 años y que mantiene plenamente su vigencia: Igualdad no significa uniformidad. En España existen singularidades y hechos diferenciales. Andalucía los respeta y reconoce sin duda alguna. Pero, con la misma rotundidad, no puede consentir que esas diferencias sirvan como excusas para alcanzar determinados privilegios. Andalucía respeta y respetará la diversidad pero no permitirá la desigualdad.

Lamento ser reiterativo, pero es la insistencia en hacer de Andalucía un ente con capacidad para "plantear principios", "respetar y reconocer hechos diferenciales", e "impedir la desigualdad" la que me mueve a recalcar una vez más que este es un texto que no se limita a la que debería de ser su función, que no es otra que la de fijar la forma en que la comunidad autónoma andaluza se organiza política y administrativamente, sino que, a modo de catecismo, se encarga de establecer los preceptos que todo andaluz debe cumplir para ser considerado como tal. Y hablan de modernidad. Y a la vez, sin sonrojarse, de hechos diferenciales. A ver, hechos diferenciales existen en mi casa. A mí me gusta Mozart y a mi hija mayor un tipo que no sé como se llama pero que siempre que sale por la tele hace como el que canta con un pantalón tres tallas grande y una gorra de béisbol puesta del revés; a mí me gusta el whisky irlandés y mi mujer adora el ginlet; a mi pequeña le encantan los dibujos animados del oso Yogui y yo me pirro por Roland Garros. Ni le cuento los hechos diferenciales que tengo con mi vecino de arriba, rociero agonista y consumidor compulsivo de realities, ni con la peluquera de la acera de enfrente, que sale todos los fines de semana de botellona, ni con mi amigo Pepe, que entra por la portada de la feria el viernes antes de que empiece y no sale hasta el lunes de resaca. Pero todo esto, y desde la perspectiva de una norma jurídica, es irrelevante como elemento de cohesión social. Hechos diferenciales. Singularidades. Diversidad. En este ámbito, este lenguaje me resulta por completo incomprensible. Igualdad ante la ley. Abolición de los tribunales de honor. Por supuesto que rechazo de cualquier privilegio. Eso, justamente eso. Pero para los individuos, únicos sujetos de derecho. Y allá cada cual con la jerga en la que se exprese, la chilaba o el frac que guste de vestir o la forma en que decida adorar a dios, la patria o el rey. Paradójicamente, estas formulaciones barrocas y alambicadas, que dicen respetar y promover la diversidad, lo que hacen es justamente lo contrario, la limitan y coartan. Si existen pueblos con unidad de destino, como se desprende de la retórica fofa que sustenta este prólogo (porque más que un preámbulo se trata de un prólogo), y los individuos solamente se realizan reconociéndose en ellos, no sólo nos hemos cargado toda la filosofía política que sustenta a las democracias occidentales, sino que hemos abierto la puerta al aldeanismo, la xenofobia y el odio a lo distinto. España, constituida en nación de ciudadanos, representa la diversidad, y no la sombra del campanario de mi pueblo.

07 junio 2006

Preámbulo (XII): Modernizados

Después de casi tres décadas de ejemplar funcionamiento, resulta evidente que el Estado de las Autonomías implantado por la Constitución de 1978 ha producido en estos años un rápido y eficaz proceso de descentralización. Ahora bien, transcurrida esta fructífera etapa de experiencia autonómica se hacen necesarias reformas que modernicen el modelo territorial.

Reformas para profundizar el autogobierno, extrayendo todas las posibilidades descentralizadoras que ofrece la Constitución para aproximar la Administración a la ciudadanía. Reformas que al mismo tiempo desarrollen y perfeccionen los mecanismos de cohesión territorial, solidaridad y cooperación institucional. Se trata, pues, de un proceso de modernización del Estado de las Autonomías que sólo es posible desde una visión global y plural de España que Andalucía siempre ha tenido.


Falacia se escribe con e: "ejemplar", "evidente", "eficaz". Juicios de valor. En la norma jurídica básica de Andalucía (tras la Constitución Española). Juicios de valor, absolutamente discutibles, y que sin embargo se quieren hacer pasar por hechos incontestables, que se oficializan a través de un documento jurídico de altísimo rango. A mí no me parece ejemplar el funcionamiento del Estado de la Autonomías. Ni me parece evidente que la descentralización política haya sido eficaz. Ni tan siquiera me parece que haya sido completamente eficaz la descentralización administrativa. Porque esta es una gran coartada. Falsa, como tantas otras: que la autonomía significa acercar la administración al ciudadano, algo siempre deseable. Por supuesto que en la búsqueda de la eficacia, es conveniente que los ciudadanos puedan resolver los trámites administrativos con comodidad, seguridad y rapidez. Y eso exigía hasta ahora que el tronco central de la administración fuera deslizando sus ramas hasta las provincias, las ciudades, los pueblos, las aldeas, para prestar el mejor servicio posible a quienes los mantienen y los pagan. Pero, primero, es rigurosamente falso que eso exigiera una descentralización política; segundo, es dudoso que la administración haya funcionado en España en los últimos 25 años con el grado de eficacia que hubiesen deseado los ciudadanos; y tercero, es rotundamente falso que la cercanía del poder político sea garantía de más beneficios para el ciudadano, y ni les cuento ya de que sea garantía de cohesión o de solidaridad. Antes al contrario, la experiencia española demuestra que la dispersión de los centros de poder genera mayores cotas de corrupción, al crear castas y clientelas políticas capaces de perpetuarse en sus poltronas; multiplicar, en muchos casos innecesariamente, los órganos administrativos y políticos, provocando una inflación funcionarial que al ciudadano le sale muy cara; y generar una conciencia permanente del agravio que sólo ha provocado desafección y desunión entre los españoles. ¿Modernización del Estado? Por supuesto, que la emprendan ya. La tecnología está empezando a hacer por completo inútil la cercanía física de las oficinas administrativas. Frente a las tendencias de la globalización, frente a la paulatina reducción de las dimensiones reales de nuestro mundo que ha provocado la revolución de internet y de las comunicaciones, estos proponen un futuro más descentralizado, más estrecho, más controlable. Muy bien, que lo propongan, pero que no lo hagan oficial. Yo digo no. Y me gustaría poder discutirlo y no tener que tragármelo vía Estatuto, sobre todo cuando se me amenaza con la Madre, religiosamente concebida: es Andalucía la que ha tenido una visión global y plural de España. Andalucía, una vez más como sujeto agente. Luego a sus súbditos sólo nos queda humillar sumisamente la cerviz.

05 junio 2006

Preámbulo (XI): Flujos y reflujos

Todo este caudal de esfuerzos, del que el Estatuto de Autonomía ratificado por los andaluces el 20 de octubre de 1981 ha sido herramienta fundamental, no permite hoy abordar la construcción de un nuevo proyecto que ponga en valor y aproveche todas las potencialidades actuales de Andalucía.

Hoy, los argumentos que construyen la convivencia de los andaluces y los anhelos de éstos nacen de un nuevo proyecto histórico que debe permitirnos afrontar con garantías los retos de un tiempo nuevo, definido por los profundos cambios geopolíticos, económicos, culturales y tecnológicos ocurridos en el mundo y por la posición de España en el contexto internacional. Si durante el último cuarto de siglo se han producio transformaciones intensas en el mundo, estos cambios han sido particularmente acentuados en Andalucía, donde en ese período hemos pasado del subdesarrollo económico y cultural a un panorama similar al de las sociedades más avanzadas, como ejemplifica la inversión de nuestros flujos migratorios.


Es difícil decir menos con más, aunque siempre será posible sacar algunas enseñanzas de esta sintaxis retorcida, cursi y redundante. Por ejemplo, que son los argumentos los que construyen la convivencia y que los anhelos de los andaluces (y de las andaluzas, ¡menudo olvido! Me temo que este párrafo no pasará el filtro del Instituto de la Mujer) nacen (crecen, se reproducen y mueren) de un proyecto histórico (!!!). Hay que apretarse bien el cinturón para que no te estallen las meninges en el intento por darle sentido a semejante paparrucha. Por supuesto, Andalucía es siempre lo más de todo. Por eso, aquí los cambios profundos han sido particularmente acentuados (¿con respecto a qué?). Han debido de ser cambios esdrújulos. En China, la India o los dragones del sureste asiático los cambios habrán sido agudos y en los países del este de Europa definitivamente graves. Y es que no hay como la ortografía para las metáforas.

04 junio 2006

Preámbulo (X): La madre de todas las realidades

Andalucía ha sido la única Comunidad que ha tenido una fuente de legitimidad expresada en las urnas mediante referéndum, lo que le otorga una identidad propia y una posición incontestable en el seno de la configuración territorial del Estado. Así, la Constitución Española, en su artículo 2º, reconoce la realidad nacional de Andalucía como una nacionalidad.

Sencillamente delirante. Primero se crea de la nada una hiperlegitimidad, cuando la legitmidad de todas las comunidades autónomas es idéntica, y parte exclusivamente de la Constitución española de 1978. Después se hace de esa hiperlegitimidad un motivo de identidad (!!!!). Y de todo ello se termina deduciendo un reconocimiento falso, que no figura en parte alguna. ¡Y qué forma de hacerlo! Pero llegados a este punto, en el que había que demostrar que nosotros no íbamos a ser menos que nadie, y si Cataluña se definía como nación, Andalucía lo haría al menos como nación y media, ¿no se les ocurrió al antropólogo y al historiador invitar al debate a un lingüista? Una "posición incontestable" dicen, pero cuál. ¿Es que no se dan cuenta que lo de la "posición incontestable" es como lo del "talante", que sin un adjetivo que lo delimite no significa absolutamente nada? Un poner: el Málaga C. F. ha quedado clasificado este año en el puesto vigésimo y último de la primera división de la liga de fútbol nacional (perdón, estatal), una posición incontestable. Y el uso del "así" como locución conjuntiva... ¿Pero es que existe una relación de causa y efecto entre la primera frase y la segunda? ¿Es que Andalucía es una realidad nacional (o sea, una nación) por el referéndum del 80? ¿Sí? ¿Pero no se dan cuenta que de esta forma se derrumba todo el fundamento antropológico e histórico de la torre que tanto les ha costado levantar y recostar sobre el Atlas con los tartesios, la Bética, Al Andalus y hasta el duque de Medina Sidonia?

Y por supuesto la inmensa, clamorosa mentira, que supongo (espero) que algún juez obligará a sacar de este panfleto. Dice el artículo 2 de la Constitución Española de 1978: "La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas". Un artículo profundamente desafortunado en fondo y forma, pero ¿dónde define a Andalucía como nacionalidad? ¿En base a que fundamento jurídico un parlamento autonómico se arroga el derecho de interpretar la Constitución a su antojo y hacer ley de esa interpretación?

03 junio 2006

Un libro de Rosa Díez

Jorge Martínez Reverte en la presentación del libro Porque tengo hijos, de Rosa Díez (Madrid, 2 de junio de 2006):

Hay un miserable fascista recorriendo España que ha sido aclamado en una reunión de un partido nacionalista en Mallorca después de que soltara una frase lapidaria: “El que no es nacionalista, no tiene derecho a vivir”.

Ese miserable fascista se llama Xavier Maqueda y es senador electo, en las filas del PNV, en el País Vasco.

Sólo por esa frase, habría venido hoy a presentar este libro de Rosa Díez, porque es lapidaria, en sentido literal, expresa muy bien lo que piensan y practican desde hace años los demócratas vascos nacionalistas. Rosa Díez no tiene derecho a vivir. Espero estar a su altura y no tenerlo yo tampoco.

La frase es imponente. Explica muchas cosas.

Pero quien la ha pronunciado también. Porque hay que recalcar esto: Xavier Maqueda ha sido elegido democráticamente, está donde está porque le han votado muchos miles de personas. Muchos miles de personas que aprecian y reclaman la democracia. Muchos miles de personas que han ejercido su derecho al voto y que, me atrevo a decir, están en general en contra de la violencia. Como les gusta decir a ellos, “en contra de la violencia venga de donde venga”.

Esto parece una monstruosidad. Lo es. Pero no es una situación que sea una novedad en la historia de Europa. Hace poco más de setenta años Hitler llegó al poder amparado por un montón de millones de votos depositados en las urnas. Cuando lo consiguió ya había conseguido vender millones de ejemplares de su libro Mi lucha en el que alardeaba de sus intenciones. Los alemanes que votaron a Hitler sabían que su gobierno iba a exterminar a los judíos, los homosexuales, los gitanos, los disminuidos psíquicos, los comunistas, los socialdemócratas y algún otro grupo de enfermos o malignos.

Los vascos nacionalistas, los nacionalistas del PSM, son gentes que apoyan los procesos democráticos. Quieren gobernar con mayorías suficientes que les permitan aplicar su programa. Y de cuando en cuando alguno de sus electos expone ese programa de una manera radical. ¿Les parece a ustedes que estoy diciendo algo exagerado? Sí, lo estoy haciendo, porque no pienso que el PNV quiera llevar a las calderas de un campo de concentración a Rosa Díez. Es algo más leve, tocado por la piadosa concepción que tiene su ideario católico: si hay que matarlos, que les maten otros, no ellos. Y los más radicales, como el malnacido Maqueda y el malnacido Arzallus, se conforman con que se vayan o se callen. Son mejor gente que Hitler.

Rosa Díez forma parte de ese afortunadamente grande número de vascos que no quieren irse ni callarse. Que lo llevan diciendo desde hace muchos años, y cuyo pellejo está en peligro todos los días del año porque ETA se la ha querido cargar. Maqueda no. Maqueda se conforma con decir que si ETA se la carga es porque se lo merece, porque no es nacionalista.

Casi todos ustedes saben que esto no es una exageración, que esa descripción responde perfectamente a lo que pasa allí arriba, a lo que pasa incluso aquí en medio, o en Sevilla, porque la mano de los asesinos siempre es larga. Y lo que sucede es que gentes como Maqueda no lloran cuando un disparo revienta una nuca. ¿Qué hacen? Hay una foto muy clásica del horror en el País Vasco, que lo explica muy bien: mientras un cuerpo caído reposa tapado con una manta para que nadie vea la estampa desagradable de la muerte, un montón de ciudadanos normales, de amas de casa y de oficinistas, aplauden el paso de una carrera ciclista. ¿Por qué? Porque a ellos no les concernía esa muerte.

Maite Pagaza, mi queridísima Maite, lo expresó una vez de forma abrasadora: “Políticos de corazón de hielo”, refiriéndose a los políticos nacionalistas que no fueron al entierro de Joxeba, asesinado por sus vecinos etarras.

Corazones de hielo. Corazones que no conocen la piedad ni el asombro ante el valor cívico y la decencia. Que se visten con la frase de José Mari Calleja, “algo habrá hecho”. El muerto que estropeaba la estética de la carrera algo habría hecho.

Yo coincido con ellos. Había hecho algo insufrible para los canallas biempensantes: ejercer su derecho a vivir en la tierra que había escogido, y no se había callado al expresar sus opiniones. Era un ciudadano. Pero eso sí, o no tenía identidad o la tenía distinta.

Permítanme ustedes que vuelva a Mallorca por un momento. Hace pocos días, al final de un telediario, se daba la noticia de un chica que canta una fusión de jazz y flamenco absolutamente deliciosa. Se llama Cuica y cuando se la ve en la televisión uno percibe de inmediato que es de raza negra. Luego, ella cuenta que se crió entre gitanos, y por eso aprendió a cantar flamenco. El periodista que hacía el reportaje le preguntó por su identidad. Y ella dijo: “Yo eso no sé para qué sirve, no tengo”. Negra, gitana y mallorquina. Que dios la proteja.

Rosa Díez tampoco tiene de eso, pero en su caso prefiero que la proteja el ministerio del Interior y que la protejamos nosotros. Para protegernos a nosotros mismos. Porque vienen tiempos que pueden ser tan duros como los que aparentemente dejamos atrás. Las identidades se extienden por nuestro país como la peste negra. Y nuestro presidente del gobierno llega a reconocer que en Cataluña o el País Vasco, o en Andalucía, hay proyectos como pueblo, y que son legítimos. Cuando lo dice, no está hablando de proyectos de ciudadanos, sino de proyectos étnicos, sean en su origen raciales o culturales mestizos. De ciudadanos aquí, ahora, cada día habla menos gente. O es otra gente. Quizás (y perdóneseme la medio broma) a base de tanta estupidez, de tan peligrosa estupidez, estamos consiguiendo que la derecha española (que es extremadamente nacionalista) se acabe convirtiendo al discurso republicano de la ciudadanía) Bueno, siempre hay algo positivo.

Lo grave de lo que nos sucede es que se produce en un entorno democrático; es decir, aparentemente legítimo. Y la democracia, para todos los que aquí estamos, estoy seguro, es uno de los bienes más preciados. Lo que pasa es que eso no vale nunca a secas. Porque hay otras cosas que valen tanto como eso. Hablo de la libertad y de algunas cuestiones que son más que sentimentales.

De la libertad, lo primero, porque sin ella, sin la libertad individual (de la colectiva me pasa lo mismo que a Cuica, que no acabo de entender para qué sirve), no vale la pena la vida. Yo con Franco no me sentí privado de mi libertad colectiva, sino de la individual, lo que me impedía opinar, afiliarme a partidos políticos o denunciar a un policía por malos tratos. Como en el País Vasco. O, perdón por la incorrección de hablarlo así de claro, como en Cataluña, donde no son los poderes públicos los que la ahogan, sino el consenso social biempensante, ese consenso que permite que, desde hace muchos años, los no nacionalistas se vean impedidos de hablar en la Universidad. El coro de buenos ciudadanos pacíficos catalanes considera que los boicoteos a charlas en las aulas son nimiedades que no merecen ocupar una sola línea de los periódicos. Muchos de mis amigos no pueden hablar allí. Y muchos de mis amigos catalanes, muchos de ellos ex luchadores contra Franco, se encogen de hombros cuando los grupos fascistas de Esquerra amenazan a los discrepantes. Tengan ustedes por seguro que este acto no sería posible hacerlo en la Universidad de Barcelona, ni en la Central ni en la Autónoma. Y que su no celebración ocuparía como mucho una pequeña esquela en página par de algún periódico (jamás de todos los periódicos).

El libro de Rosa Díez es un canto a la libertad individual. Es mucho más que eso, pero esencialmente es eso. Además, es una exposición seria, sistemática, de las contradicciones de nuestra política, en Euskadi y en España.

Y en sus páginas palpita esa otra cosa que yo pienso que es fundamental para la convivencia: la reclamación de la piedad. La piedad, que no es un concepto religioso, sino una forma de mirar y compenetrarse con los demás. Algo tan alejado de la ñoñería como para que nuestro añorado Manuel Azaña, un hombre seco y de concepto claro, la usara en uno de sus más importantes discursos. La piedad que, si hubiera habitado los corazones de los dirigentes nacionalistas vascos, habría hecho que se unieran al coro de dolor que acompañó a tantos hombres y mujeres de toda España, que habría hecho que Maite no tuviera que hablar de sus corazones de hielo.

Rosa tiene cabeza, Rosa ama la libertad, la suya la nuestra, y se explica muy bien para que nadie pueda esquivar la necesidad de implicarse en la lucha de los auténticos demócratas vascos. Rosa no tiene identidad.

Yo me he devorado su libro por todo eso. Y mi hijo también.

Gracias.

02 junio 2006

Preámbulo (IX): Las manifas vanguardistas

Las manifestaciones multitudinarias del 4 de diciembre de 1977 y el referéndum de 28 de febrero de 1980 expresaron la voluntad del pueblo andaluz de situarse en la vanguardia de las aspiraciones de autogobierno de máximo nivel en el conjunto de los pueblos de España. Desde Andalucía se dio un ejemplo extraordinario de unidad a la hora de expresar una voluntad inequívoca por la autonomía plena frente a los que no aceptaban que fuéramos una nacionalidad en el mismo plano que las que se acogían al artículo 151 de la Constitución.


Con lo cual el nacionalismo vuelve a reivindicar su derecho (es importante la palabra, ellos lo consideran un derecho) a ser impuesto desde la ley, pues queda claro que los que no aceptaban "que fuéramos una nacionalidad" (por cierto, ¿dónde se preguntaba por la nacionalidad, que ese referéndum yo debí de saltármelo?) no eran andaluces, o peor todavía, eran antiandaluces, en la misma medida en que los antifranquistas eran antiespañoles.

Es también una pena que el historiador no mantenga informado al antropólogo sobre los datos que demuestran la extraordinaria unidad demostrada por el pueblo. Los resultados oficiales del referéndum del 28 de febrero de 1980 hablan de que un 54,07% del censo votó afirmativamente a esto: “¿Da usted su acuerdo a la ratificación de la iniciativa prevista en el artículo 151 de la Constitución, a efectos de su tramitación por el procedimiento establecido en dicho artículo?”. Por provincias, y tras un cuidadoso trabajo de pulido a cuenta de las reclamaciones presentadas, los síes alcanzaron estos porcentajes: Almería, 43,32 %; Cádiz, 56,12%; Córdoba, 59,96%; Granada, 52,95%; Huelva, 53,89%; Jaén, 50,07%; Málaga, 52,04%; Sevilla, 64,89%. (Reconozco que las centésimas de fiebre de los jiennenses siempre me intrigaron). Es decir, el resultado del referéndum fue negativo, ya que no cumplía con su requisito principal, que era que para que se produjese la ratificación solicitada, el 50% del censo de cada una de las provincias tendría que votar afirmativamente. ¿Habría de preocuparse Andalucía por una minucia como esa? ¡Quiá! El siguiente referéndum, el del 20 de octubre de 1981, fue convocado ya para pronunciarse sobre un texto estatutario, que se acogía a la ratificación que el voto del pueblo había negado un año y medio antes.

Nada extraordinario, si tenemos en cuenta que en los últimos días nos hemos enterado de que la esencia de la democracia no es el respeto al procedimiento del estado de derecho, sino la cintura. Y de esa, los nacionalistas siempre han ido sobrados. Lo de los socialistas no deja de ser una novedad.

01 junio 2006

Preámbulo (VIII): Emergiendo

Esta vocación de las Juntas Liberalistas lideradas por Blas Infante por la consecución del autogobierno, por alcanzar una Andalucía libre y solidaria en el marco de la unidad de los pueblos de España, por reivindicar el derecho a la autonomía y la posibilidad de decidir su futuro, emergió años más tarde con más fuerza y respaldo popular.

Las mentiras se encadenan. Es falso que la libertad de (los ciudadanos de) Andalucía dependiera (y dependa) del así llamado autogobierno. Es falso que la autonomía sea un derecho. Es falso que sólo a través de la autonomía, (los ciudadanos de) Andalucía pudieran (y puedan) decidir su futuro. Es peligroso confundir la democracia con las diferentes formas de organización y ejercicio del poder en el seno de un estado democrático. Y debería de ser ridículo y provocar un bochorno general. Pero aquí se hace, tranquilamente, sin que nadie se ponga colorado. El historiador y el antropólogo (que aquí vuelven a sacar su carita los pueblos) parecen sentirse protegidos por el barniz pseudo religioso con el que tratan de tapar las grietas del discurso, plenamente retratado en el uso del verbo emerger, bien conocido por todos aquellos que tienen que lidiar habitualmente con la charlatanería posmoderna de la new age en sus diversos ámbitos. La vocación de Blas Infante emergió en el pueblo, es decir, se manifestó espontánea y misteriosamente, por conductos inmateriales, acaso a partir de profundas emanaciones telúricas, que la Patria habría conservado en su seno durante eras geológicas completas...

Y este es sólo su catecismo.

La materia de Andalucía

En La materia de Andalucía, Enrique Baltanás disecciona de forma extraordinaria lo que podríamos llamar el ciclo andaluz en la literatura de los siglos XIX y XX, fenómeno de alcance europeo que nace como reacción romántica frente a la Revolución Francesa, y que se alimenta de una nostalgia por la pérdida de la Arcadia, del paraíso, que se situaba en un lejano lugar exótico (lugar físico, porque lo literario tiende siempre a lo verosímil, pero sobre todo lugar de los sueños y de las aspiraciones humanas): Andalucía y lo andaluz, realidades que en este proceso resultan profundamente desdibujadas por la sucesión y acumulación interminables de tópicos literarios, que acabarán derivando en un discurso ideológico y político. Porque el andalucismo no es otra cosa que la asunción del ciclo andaluz más allá de la fantasia literaria. Los andalucistas creyeron en los tópicos construidos literariamente por escritores que jamás habían pisado tierra andaluza, asumieron que Andalucía era esa tierra de promisión, pródiga en riquezas y hermosura, donde lo mejor de oriente y de occidente se fundía en una amalgama civilizatoria sin parangón en el mundo. Y sólo después miraron a la realidad, y se encontraron con los ojos embrutecidos y resignados de los jornaleros, con la pobreza, el polvo, la miseria, el hambre... Cómo era aquello posible. La tierra más rica, más hermosa, el espacio donde se funden y cristalizan las mayores realizaciones culturales de la Humanidad, empobrecida, cabizbaja, resignada, decadente. Y entonces inventaron el grito. ¡Andaluces, levantaos! Eso es todo. Andalucía, como mito literario. El andalucismo, la religión creada para su salvación.

La materia de Andalucía se fue poco a poco agotando como sustancia literaria. Hoy viaja en coche oficial y se divulga a golpe de boja.