De pronto, en una obra de Agustín García Calvo (¿Qué es lo qué pasa?), que globalmente no comparto en absoluto, encuentro perfectamente descrita la intuición que siempre he tenido de por qué quienes ostentan el poder tratan de evitar el manejo de la realidad tal cual es, difusa, compleja, de difícil reducción y ordenación en compartimentos estancos, por qué desde el poder se busca comprimirlo todo en fórmulas concretas y perfectamente categorizadas que hagan a los individuos sujetos sumisos, moldeables y controlables: si eres mujer, como mujer que eres, te corresponden tales derechos extras y tales privilegios, ¿te vas a quejar encima?; si eres andaluz, como andaluz que eres, esta es tu identidad, ya ves que estamos en todo, no te preocupes; si eres jornalero, como jornalero que eres, esta es tu forma de pensar y este es tu voto, el día de la liberación está cercano, tú firma, cobra y calla, etc., etc., ad nauseam. Y yo les digo: NO. Tan fuerte y rotundamente como pueda. NO. El texto es este:
Era siempre molesto y dificultoso para el Poder; para el cumplimiento de su meta y su ideal, el tener que andar manejando vidas de gente vagas y difusas, siempre plagadas de ocurrencias impertinentes, de indecisiones y de dudas, asomos desde lo sub-consciente de resabios de pueblo indefinido: pero, si las vidas se convierten en futuros, esto es, en muerte, y las poblaciones se reducen a conjuntos, idealmente cerrados, en que cada átomo esté seguro de sí mismo, sepa quién es y dónde está, entonces ya todo se vuelve tratable y computable, una labor sin más complicaciones que las que puede resolver un buen ordenador. Así el Aparato mismo viene a dar razón a la locución con que solemos designar la función del Estado-Capital: administración de muerte.
La muerte del individuo, sí. El Estatuto catalán, tan entusiásticamente votado el pasado domingo, y el futuro Estatuto andaluz pretenden certificarlas. ¿Nos vamos a dejar?
(Addenda: ¿Alguien leyó ayer la tribuna de Clavero en Diario de Sevilla? ¡Qué cosa tan patética!)
21 junio 2006
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6 comentarios:
Esta mañana he leído a Manuela de Madre entrando sumisamente en sus casilleritos de mujer y de andaluza.
Hacía un pronóstico (incumplido además) de participación, y le daba alas diciendo: como nacida en andalucía, soy un poco bruja.
Arsa pilili. Qué arte. Tocotó. No se pué aguantá, que diría el Atleta.
Ole jarsa y toma, que diría Lolita Sevilla.
(Cada vez estoy más convencido de que Berlanga fue un visionario)
No nos vamos a dejar pero, en serio, deberíamos empezar a pensar en hacer algo. La estrategia de octavillas destructivas yo la tengo pensada para Málaga "¿Quieres más poder para Sevilla? Vota Sí al Estatuto", pero es manifiestamente mejorable.
Yo en cambio la encuentro inmejorable, siempre que no haya que firmarla.
O sea, es el argumento demagógico que yo jamás me rebajaría a usar, pero que funciona.
¿Qué tal una con las jetas de Netol y Zarrías, y debajo "Tu SÍ nos dará más dinero para repartirnos"?
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